jueves, 8 de julio de 2021

A solas con su cadáver

    El día de Pentecostés del año 1000 Otón III, Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, anunció que Carlomagno le había visitado en un sueño y le había hablado, instándole a encontrar su cadáver y exhumarlo. El cadáver del Emperador franco llevaba 176 años enterrado en un lugar desconocido de la Capilla Palatina de Aquisgrán, sobre la que, con los años, se había levantado la que ya por aquel entonces era la Catedral de Santa María.

    Fue el propio Otón, personalmente, quien se encargó de la búsqueda del sepulcro, y fue él mismo, según las crónicas, quien reconoció la entrada oculta a la cripta, según sus propias declaraciones "porque la había visto ya en el sueño".

    Allí Otón se encontró, frente a frente, con Carlomagno. 176 años de Imperio los separaban. Se sabe que Carlomagno se encontraba sentado en un trono, con porte real, cetro y espada en las manos, cuerpo incorrupto, salvo las uñas, que habían crecido hasta romper y atravesar los guantes.

    No ha trascendido, no obstante, de qué hablaron Otón y Carlomagno. Asuntos de Estado, en cualquier caso. O de Imperio. Lo que sí se sabe es que Otón le arrancó un diente al cadáver del hijo de Pipino el Breve, y se lo guardó.

    Ese diente, así como el encuentro, le serviría de amuleto a Otón, al menos hasta su muerte, menos de dos años después de la relatada entrevista, en el castillo de Paterno, en Italia, mientras planeaba la recuperación de Roma, ciudad que se le había rebelado.

    El cadáver de Otón III, como no podía ser de otra manera, fue trasladado a Aquisgrán y enterrado junto al de Carlomagno. El lugar exacto de su sepulcro, no obstante, no ha sido encontrado, probablemente a la espera de aparecer en el sueño de algún emperador futuro que decida exhumarlo y departir con él.