lunes, 28 de febrero de 2022

La verdad

              El gran predicador sabe lo que tiene que decir. No da puntada sin hilos. Atisba, como un punto en el horizonte, su objetivo y pone rumbo a él con determinación.

              El gran predicador sabe que lo están mirando, que las gentes lo observan, gentes deseosas de abrir la boca con admiración y aplaudir a rabiar cualquier intervención que les sorprenda, por más disparatada que sea. Y el aplauso de la gente, del público, del pueblo, es su alimento.

              Así que el gran predicador vomita con trabajada verborrea una sarta de mentiras deslumbrantes y de cortinas de humo en forma de agradables frases vacuas. A cada cual lo que quiera oír, para que no se pare demasiado a pensar por qué tiene lo que tiene.

              ¿Y dónde queda, a todo esto, la verdad? Encerrada en un cajón, sin importarle a nadie, olvidada por todos y despreciada por los que aún creen en su existencia.