miércoles, 22 de junio de 2022

Mi pequeña colección de nombres

Es uno de esos pequeños placeres de coleccionista. Me da vergüenza confesarlo, pues, a lo largo de los años, se ha convertido en una especie de satisfacción privada, casi prohibida, casi una perversión. No obstante, y que quede entre nosotros, allá va:

Colecciono nombres.

No nombres cualesquiera, faltaría más. Colecciono, desde mi más tierna infancia, desde que tengo memoria y destreza para escribir, los nombres de aquellas personas con las que entablo conocimiento. De momento, puedo decir que he conocido a varias decenas de miles, y sus nombres, y sus apellidos si he llegado a conocerlos, han quedado para la posteridad anotados en mis registros.

Y no es que anote los nombres, así sin más, sin ton ni son. Los agrupo por categorías y los presento a través de diversos, grupos, conjuntos y diagramas, en función de variables tales como, edad, sexo, año de inicio de nuestra relación, su entorno, causas y consecuencias, etc.

              No es que presuma de ello, aunque, qué narices, podría hacerlo perfectamente. Se trata de un trabajo ingente, metódico y exhaustivo. Tengo, además, una extraña sensación. Cada vez que anoto un nombre, cada vez que lo releo, se me ocurre pensar que algo de esa persona se queda conmigo, que una parte de su identidad le ha sido arrebatada y que ahora me pertenece.

              Eso me hace poderoso, y me hace rico, porque poseo un tesoro, guardado en una libreta llena de diagramas.