miércoles, 9 de agosto de 2023

Noche de puertas abiertas

     - ¿Qué hacen ustedes en mi casa? -pregunté con tanta sorpresa como irritación.

    Había decidido retirarme tras dar una agradable vuelta por el centro de la ciudad. La vida bullía en las plazas, los restaurantes y las heladerías. Incluso me había tomado un cucurucho de vainilla antes de emprender el camino de regreso.

    Luego los había visto. Campaban por mi salón, se metían en mi cuarto de baño, paseaban por mi terraza.

    - Es noche de puertas abiertas -contestó un amable señor que se había tumbado en mi cheslón tras sacar de mi frigorífico un zumo de granada.

    Algo había oído, en efecto. De hecho, en mi paseo había visto abiertos el museo etnológico del pueblo, así como el acuario y la sede de la comisión de fiestas.

    - Pero...

    Traté de decir algo, pero en ese momento pasó al vestíbulo un nutrido grupo de japoneses y comenzó a fotografiar mis estanterías, a testar la dureza de mi colchón, a poner a prueba el correcto funcionamiento de las cisternas del excusado.

    Cansado, miré por la ventana. Todas las casas del vecindario estaban en situación similar a la mía. Desde luego, la jornada de puertas abiertas estaba siendo un éxito.

    Me dirigí, entonces, a la casa del alcalde, con un doble propósito: de un lado, sentarme en su sofá, sacar una cerveza de su nevera y ponerme una peli; del otro, preguntarle, con la mayor educación, si el ayuntamiento tenía previsto desarrollar alguna jornada de puertas cerradas en un futuro próximo.