Parece consustancial al ser humano la necesidad, registrada en todos los grupos, razas y regiones del mundo a lo largo de la historia, de levantar la vista al cielo, comprobar su propia pequeñez y buscar, a partir de ese momento, protección. Surgen así los amuletos, las divinidades, las supersticiones, y toda una serie de "objetos de adoración" que proporcionan los más variados beneficios, desde suerte y éxito a la vida eterna, pasando por inmunidad ante los espíritus malignos y todo tipo de premios materiales en esta vida o en la otra.
Es bien conocida la curiosa relación que de estos objetos hace el antropológo Richard James en su ya clásico estudio Adoración y protección. Fisiología de la divinidad, publicado en su primera edición por la editorial londinense Carsons en 1969.
En sus páginas James refiere una ingente y variada cantidad de "objetos de adoración" en las diferentes culturas, desde la divinidad atribuida a la gallina por los Mombatu de Burkina Faso al carácter sagrado de ciertas heces humanas en tribus selváticas de Papúa-Nueva Guinea.
No hay que irse tan lejos, no obstante, para encontrar curiosos objetos sagrados, más allá de los que, a poco que observemos, nos ofrecen las propias religiones mayoritarias oficiales. Richard James narra, por citar un ejemplo, su encuentro con "el poste de la verdad" en una pequeña aldea cerca de Kalamata, en la región del Peloponeso griego conocida como Mesenia. Allí, y de forma totalmente independiente al culto oficial ortodoxo, surgió en los 60 una auténtica fiebre mística alrededor de un poste que apareció clavado "por Dios" en la plaza de la aldea y que proporcionaba a todo aquel que lo tocaba visiones del futuro próximo que, según los testigos, se comprobaban sistemáticamente ciertas.
Fue tal la locura que se desató en torno al poste que pronto su acceso fue limitado, para indignación de quienes consideraron el poste "un regalo de Dios para todos los hombres". El mismo Richard James consiguió, a base de influencias, acercarse a él siendo, según sus propias impresiones, "transportado a una realidad extradimensional" en la que le fueron reveladas las verdades universales. Así lo refleja (pág. 170) el propio James en la obra antes citada.
Tras la revelación del "poste de la verdad" y la publicación de la obra el antropólogo anunció su retirada del trabajo de campo y su dedicación a la investigación especulativa. No completó, no obstante, ningún otro estudio, pues se suicidió apenas dos meses después, en lo que para unos constituyó una prueba evidente de que James había perdido la cabeza, y para otros, sin embargo, la demostración definitiva de la veracidad del "poste de la verdad", de la existencia de Dios y de la posibilidad de facto de una verdad revelada que reduzca la vida a un período de tiempo despreciable.