No todos los días te visita una celebridad. Por lo general se piensa que la vida de un detective privado está llena de acción y pasión, de sobresaltos, romances y peligros, pero nada más lejos de la realidad. De hecho, la vida de un detective privado suele ser bastante aburrida.
Tampoco hay que pensar en la visita de un famoso como algo especialmente excitante, sobre todo si es uno de esos tipos planos e insulsos que han saltado a las portadas de las revistas después de la participación en un reality de moda y la aparición en tres o cuatro programas del corazón.
Otra cosa es que el tipo en cuestión, aún más estúpido al natural que en la pantalla, se plante ante ti y te pida que le dispares. Así, tal cual:
- Necesito que me dispare - mientras se atusa el pelo y sonríe como un bobo.
- ¿Perdón?
- Sí, necesito que me dispare, quizá el sábado... tengo un sarao al que asistir, la presentación de no sé qué perfume...
Entonces, el tío te cuenta que su índice de popularidad está descendiendo, que los paparazzi ya no le buscan y que los programas y revistas rosas no le hacen ofertas por exclusivas; que sobrevivir a un atentado sería una solución pintiparada, y utiliza esa palabra, el tío, "pintiparada"; que yo podría dispararle y desaparecer, todos pensarían que habría sido un seguidor desequilibrado o un fanático envidioso.
- Incluso podría hacerlo más de una vez.
- ¿Cómo?
- Sí, sobrevivir a varios atentados me daría fama y reconocimiento mundial... tal vez tres o cuatro... uno al mes, por ejemplo, para no abusar...
Piensas que te están tomando el pelo, pero el tipo es de verdad, es el de la tele, y parece que te lo pide en serio.
- Eso sí, asegúrese de fallar el tiro...
Entonces piensas en el gran favor que le harías a la humanidad si no lo fallaras. Un disparo entre ceja y ceja, un trabajo fino de francotirador. Hasta la víctima te lo agradecería desde el más allá cuando se viera encumbrada, cuando todos hablaran bien de él, cuando su funeral se convirtiera en un desfile de fantoches esperpénticos.
- De acuerdo, puedo hacerlo - le dices finalmente. - Pero cobro por adelantado.
Y piensas en sacar el rifle del armario y salir de caza el sábado, para practicar un poco...