miércoles, 28 de marzo de 2012

No soy humano

   Uno se despierta, se despereza, se levanta, tal vez después de una noche intranquila. Se prepara un café, lo sirve en la taza, toma asiento junto a la mesa de la sala de estar, da un par de sorbos a la bebida. Allí, con la mirada perdida y los pensamientos todavía en formación, uno piensa que está preparado para afrontar todos los imprevistos que guarde la jornada.
     Entonces algo extraño sucede. Un silencio ensordecedor, una corriente de aire helado, la sensación inexplicable de que el tiempo se ha detenido. Justo en ese momento aparece algo en el suelo, una masa informe del tamaño de una bolsa de basura y de textura gelatinosa. Uno no puede evitar fijarse en ella, está allí, en la sala de estar, y la sorpresa se torna mayúscula cuando esa especie de blandiblú establece comunicación telepática:
     "Soy tu yo del futuro. En mi tiempo ya no existe el cuerpo físico, es esa la razón por la que todas las mentes que han existido y han sido regeneradas adoptan formas como esta. Eres el elegido para salvar nuestro mundo, que en realidad es también el tuyo. Ha llegado tu hora. Solo cuando el discípulo esté preparado aparecerá el maestro. La Hermandad pretende eliminar el bien de la Tierra. Tenemos que hablar seriamente".
     En tales circunstancias, uno solo puede pensar que se ha vuelto loco. Un trozo de plastilina que pretende ser yo, una gelatina humana...
     El problema de la comunicación telepática es que deja escapar, en ocasiones, pensamientos privados. El bicho debió oír esto último, porque se irguió, tomó la forma de un rostro humano, y con una voz de otro mundo, con un deje aterrador, tronó:
     - No soy humano...
     Luego desapareció, instantáneamente, como había aparecido.
     En momentos así uno no puede dejar de sentirse mal, de intuir que una masa informe de otra dimensión se ha enfadado porque ha sido catalogada de humana. Tenemos que hablar, dijo, como una advertencia entre el montón de sandeces que soltó en cuestión de segundos.
     Un nuevo sorbo de café, ya casi se enfriaba. Pues no. No siempre se levanta uno preparado para afrontar todos los imprevistos de la jornada.