domingo, 11 de febrero de 2024

Eureka

     - Lo tengo -dijo el poeta en un rapto de inspiración.

    Me tocó el hombro y yo, entonces, me giré y miré en sus ojos. Brillaban como estrellas depositadas en el fondo de un océano.

    - ¿De verdad que lo tienes? -le pregunté, buscando más información.

    Lo cierto es que llevaba días dándole vueltas a una historia. Tenía tres puntos clave, me decía, y también los personajes, y un destino al que dirigirse. Solo necesitaba un par de buenas frases que fueran capaces de enlazar esas buenas ideas para crear un texto con personalidad, atrayente y fascinante, de esos que solo él sabía generar.

    - Sí -me dijo, lacónico.

    Intenté que me explicara en qué consistía aquel descubrimiento que tanta ilusión le hacía, pero ya era demasiado tarde. Ya no era él. Estaba poseído por la musa, se había dado la vuelta y estaba escribiendo sin detenerse palabras, una tras otra, en una hoja de papel.

    Me encendí un cigarrillo, aspiré el humo y miré al infinito. Allí, en algún lugar, habitaba la musa que había poseído al poeta.

    "Cualquier día", me dije, "salgo a buscarla yo también. A lo mejor le caigo bien...".