- Calla. Que lo vas a despertar.
Si les hubieran dicho que aquel fin de semana de conexión, de paz, cerca del mar, iba a terminar con un demonio tirado, y aparentemente dormido, sobre la mesa del salón, se hubieran echado a reír, sorprendidos por lo inverosímil de la broma.
- Joder, tía. Yo creo que está despierto.
- ¿Lo toco?
Se suponía que iban a salir a pasear por la playa, comer bien, tomar alguna copa, charlar tranquilamente y, cuando cayera la tarde, retirarse y pasar la velada en la terraza, a la luz de las velas.
- Eso te pasa por abrir el libro ese.
- A ver, el libro está aquí, en la estantería. Siempre miro los libros en las casas que alquilamos.
- ¿Y tenías que leerlo en voz alta? ¿Precisamente esas frases?
- Era de ocultismo. Parecía interesante. Y lo decía en la misma página: "Léase en voz alta".
- Mira que...
El demonio había aparecido de repente. Él leyó la frase del libro, y de repente estaba allí, sobre la mesa del salón. Había aparecido en un parpadeo, sin que se supiera muy bien de dónde.
- ¿Y ahora?
- Igual sigue durmiendo todo el tiempo. Nos vamos y le dejamos el marrón al dueño.
- Sí, claro...
En estas estaban cuando, tan repentinamente como había aparecido, el demonio abrió unos aterradores ojos amarillos. Los miró. Una sonrisa comenzó a dibujarse en su rostro.
Se hizo, entonces, un tenso silencio.