domingo, 24 de agosto de 2025

Muérdeme

    La verdad era que aquel cuello tan esbelto, de piel tan blanca, resultaba apetecible. El primer impulso, no obstante, no era morderlo, sino besarlo, acariciarlo con los labios como si se tratara de un objeto valioso y delicado.
    Fueron los ojos de su maestro los que lo devolvieron, de nuevo, a la realidad de su misión. "Muerde", parecían decir con tono imperativo.
    La chica se mantenía quieta, exánime, entregada a su inexorable destino.
    Se concentró, abrió la boca y mordió con fuerza el cuello de la chica. Era la prueba final, el momento definitivo.
    Notó como la piel quedaba agujereada y cómo brotaba de ella el líquido, denso y caliente.
    Dejó que la sangre penetrara en su boca y cayera por su barbilla. La saboreó, a sabiendas de que era lo que tenía que hacer.
    Para ser la primera vez que la probaba, su sabor no era, para nada, desagradable.