- Recuerdo una anécdota muy graciosa que me sucedió en mi viaje a Oslo. Sucede que conocí a un tipo, un lugareño muy simpático llamado Sven, con quien pasé una tarde divertidísima...
Su amigo, entonces, alzó levemente la mano, como para solicitar una pausa.
- Esa anécdota no es tuya. Es mía.
- ¿Cómo? -preguntó el otro, aterrado.
- Eso me pasó a mí.
- ¿Cómo te atreves? -inquirió, con ligera irritación.
- Tú, de hecho, nunca has estado en Oslo.
El otro se preguntó si su amigo le estaba gastando una broma o sí, por el contrario, tenía que empezar a dejar de llamarlo amigo. Le peor es que continuaba.
-... de hecho, Sven es mi amigo, tú no lo conoces.
Y le mostró una foto en la que aparecía con Sven. Un Sven que parecía real, el mismo que él había conocido en Oslo. Pero, en esa foto, estaba con su amigo.
- ¿Pero cómo es posible?
- Tienes un problema eso es evidente.
- ¿Qué problema? Si ayer mismo llegué de Roma...
- Quien llegó de Roma fui yo, no tú.
- Y estuve de cena con la familia.
- Otra vez, ese fui yo.
- ¡Para ya!
El amigo se le acercó con gesto de preocupación.
- Deja ya de apropiarte de mi vida -le susurró al oído.
En ese momento, un sudor frío, el propio de la gran duda existencial, le recorrió la sien.
martes, 16 de diciembre de 2025