domingo, 12 de mayo de 2024

Muerte por precipitación

    No tenía que estar allí. Había confundido la hora de la reunión y, además, se había perdido. No tenía que estar en aquel lugar, ni en aquel momento.
    Decidió, pues, que era momento de tranquilizarse, de respirar hondo y dejar de dar vueltas sin sentido. Miró su reloj. Tal vez lo mejor sería preguntar a alguien. Alzó la vista, pero allí no había nadie.
    Si entonces hubiera mirado al cielo, habría visto aquel objeto descendiendo directamente hacia él. Pero, claro, cuando buscas a alguien, lo buscas a ras de suelo...
    Así que el objeto le cayó encima y lo chafó como un matamoscas.
    Nunca se supo de dónde procedía. Solo trascendió que era de aspecto metálico y forma cúbica. La víctima, en cualquier caso, no preguntó más, sobre todo porque quedó añadida a los registros como la primera víctima de muerte por precipitación.
    Lo inquietante, en cualquier caso, es que no sería la última...

jueves, 9 de mayo de 2024

La aparición estelar

     - ¿Te gustaría aparecer en mi próxima novela? -me dijo un día un escritor. - Tengo un hueco para ti en el capítulo que estoy escribiendo ahora.
    - ¿Vas a hablar de mí? ¿Y qué vas a contar? -pregunté, intrigado.
    - A ver... de ti, no, claro. Simplemente habrá un personaje que tenga ciertas cualidades tuyas.
    - ¿Se llamará como yo?
    - No, no, claro. Será un nombre inventado.
    - ¿Vestirá como yo? ¿Hablará como yo?
    - No específicamente.
    - ¿Tendrá mis mismas ideas? ¿Mis mismas aficiones? ¿Mis virtudes y mis defectos?

    El escritor pareció incomodarse, como si pensara que ya estaba yo siendo muy pesado. Como si se estuviera arrepintiendo ya de haberme hecho la propuesta.

    - No. Realmente, no. Será un personaje ficticio. Por completo. Solo que pensaré en ti cuando lo esté desarrollando.
    - Pero vestirá, hablará, pensará y actuará de forma diferente a mí.
    - En efecto.
    - Y tendrá una vida completamente diferente a la mía.
    - En lo esencial, así es.
    - ¿Los lectores, aquellos que ya me conocen, mi madre, pongamos por caso, me reconocerán en el personaje?
    - Yo diría que no.

    Me quedé pensando, entonces, qué tenía de interesante salir en una novela. Me pregunté, de hecho, si se podía hablar de "salir en una novela" cuando el personaje no se te parece en nada y nadie, ni tú mismo, ve la semejanza.

    Le contesté con evasivas, finalmente. Que hiciera lo que quisiera, o algo así.

    Creo que el escritor no llegó a terminar esa novela. Yo, al menos, no la he visto. O quizá sí, pero no me he reconocido en ella. Aquella fue mi irrupción estelar, y a la vez mi canto de cisne, como personaje de ficción.


domingo, 28 de abril de 2024

La imagen final

    Cuando era joven, de adolescente, recordaba conversar con sus amigos sobre la imagen final, el último fotograma de su vida, el que se llevarían al más allá. "¿Qué sería lo último que te gustaría ver antes de morir?", era la pregunta. La mayoría de ellos, entonces llenos de idealismo, hablaban de seres queridos, de paisajes sublimes, de imágenes cargadas de paz. O de sonidos dulces, melodías agradables. O del tacto de una mano amiga que te sujetara en los vaivenes del trance final.

    Luego la vida le había ido dando patadas, le había ido enseñando el lado malo de la gente, la cara oculta del mal. El ser humano tenía un lado oscuro, muy oscuro, y él lo había saboreado tanto como el que más. Por eso ahora, que ya no era tan joven, pensaba que daba igual cuál fuera la última imagen. Si te ibas a la tumba, te ibas y punto. La última imagen tenía, en el otro mundo, el mismo valor que la primera, y que cualquiera de las otras. Ninguno.

    "Menos mal que llegué a esa conclusión", pensaba mientras se sorprendía a sí mismo de que precisamente aquellas conversaciones de adolescente fueran las que vinieran a su mente en aquel momento. Porque la última imagen, la que acompañaría a esa extraño último pensamiento, iba a ser la del bigote de aquel tío, el de la cicatriz, y su sonrisa estúpida mientras le apuntaba a la frente con un revólver y, sin dilación y sin piedad, apretaba el gatillo...

martes, 23 de abril de 2024

Sobre copias y originales

    - ¿Así que dices que las obras que vemos en los museos no son verdaderas? -preguntó.
    - A ver -contestó el otro con parsimonia-. Son verdaderas, están ahí... pero no son las originales.
    - Son copias, vamos.
    - Así es. Visto lo visto, los museos decidieron colgar copias para no deteriorar las originales. Estas están bien guardadas en un depósito.
    - Pero eso es una estafa...
    - A nadie le importa demasiado, fíjate. Ojos que no ven, corazón que no siente. A la gente le da igual. A la mayoría le da igual. Visitan el museo solo para decir que han estado. Y si les interesa, pero no saben lo del cambiazo, la experiencia estética es tan intensa con la copia como con el original.

    El otro se rascó la sien, pensativo.

    - Pero, entonces, las grandes obras de la historia están ocultas a la vista. ¿Para qué crear belleza, si nadie puede disfrutarla?
    - Nadie, o solo los elegidos.
    - Pero eso es elitista.
    - Como lo fue siempre, querido amigo, como lo fue siempre. La diferencia es que ahora, con las copias a modo de placebo para el vulgo, la élite es más discreta...