domingo, 10 de noviembre de 2024

El suceso

    Cuando la gallina se despertó una mañana, después de un sueño intranquilo, se encontró convertida en un monstruoso ser humano.
    Miró, entonces, a un lado y a otro. Estaba tumbada, una posición extraña para dormir, con los ojos, ambos, mirando al techo. Trató de extender un ala, y comprobó con horror que no tenía, que las dos habían desaparecido, y que en su lugar se abrían dos extremidades alargadas que acababan en una forma curiosa, parecida a una palma con cinco protuberancias.
    Quiso cacarear aterrorizada, pero de su boca, carente ahora de pico, salieron sonidos extraños que, tal vez, fueran reconocibles por otros humanos, pero no, desde luego, por una gallina.
    A duras penas consiguió ponerse en pie y mirarse al espejo. Lo que vio no le gustó en absoluto.
    Quería volver a ser una gallina.
    Al mismo tiempo, sentía unas ganas terribles de asesinar a cualquier otro humano que se cruzara en su camino. Lo reventaría a picotazos, si tuviera pico. Tendría que encontrar algo puntiagudo, agarrarlo con esas protuberancias que tenía por alas y salir a la calle en busca de una presa.
    No sabía si era producto de su enfado por haberse convertido en humano, o si ese era un sentimiento común en todos los humanos cuando despertaban por la mañana. Pero entendió que era una sensación angustiosa que solo se saciaría acabando con un puñado de vidas...

jueves, 7 de noviembre de 2024

Enemigo a las puertas

     Las dos ciudades se encontraban apenas a un par de kilómetros la una de la otra. Estaban tan cerca, tan cerca, que el crecimiento natural de ambas, y su correspondiente expansión, invitaban a fusionarlas en un solo municipio.

    Eso no pasaría nunca, no obstante. Porque los habitantes de las dos ciudades se odiaban a muerte. 

    Se había intentado todo. Negociaciones, acuerdos parciales o temporales, "altos el fuego" por un evento de interés común. Pero nada. 

    Hasta tal punto unos no querían saber nada de los otros, ni los otros de los unos, que carecían de vías de comunicación que los unieran. Para ir en coche, o en tren, de una ciudad a otra, había que pasar por una tercera ciudad, distante unos 20 kilómetros, que siempre había asistido sorprendida al desarrollo de los acontecimientos.

    Una vez llegó un supervisor externo, una mirada objetiva en busca de soluciones. Todos los habitantes, los de ambas ciudades, se quejaron de la desgracia que suponía tener tan cerca al enemigo más odiado. Podía estar a miles de kilómetros, por ejemplo. Pero no. Estaba ahí al lado.

    El supervisor, tras intentar inútilmente rebajar ese odio, que él calificaba de "irracional", concluyó con unas palabras lapidarias: "No es mala suerte tener al enemigo tan cerca. Es un error. El error de convertirte en enemigo de alguien tan cercano".

    Los vecinos mandaron grabar tales palabras en una gran piedra, a medio camino entre ambas ciudades.

    Después de esto, por supuesto, no hicieron el menor intento de hacer las paces y continuaron odiándose por siempre jamás.


domingo, 3 de noviembre de 2024

El hombre que vino del frío

    "Yo había abierto el congelador buscando unos cubos de hielo", comentaría con posterioridad. "Solo quería prepararme un cubata", añadía. "Y ni siquiera pude hacerlo...".
    Las quejas y lamentos eran tan profundos como las consecuencias de lo que había sucedido, ¿pero quién iba a imaginarlo?
    ¿Quién iba a imaginar que, mientras se disponía a coger el cubo de hielo, una mano salida del fondo de la nevera lo agarraría por la muñeca y tiraría de él?
    Y tras la mano apareció un brazo, y luego una cabeza, y unas barbas larguísimas, y un par de cuernos.
    Cuando quiso darse cuenta, tenía en su cocina un vikingo enorme.
    - ¿De dónde sales? -le preguntó, aunque no era necesaria ninguna respuesta. Era evidente que había venido del frío.
    El asunto todavía podría haber sido gobernable, pero tras el primer vikingo apareció otro, y otro, y un drakkar entero que salió arrastrándose, derribó los muros de la casa y llegó al río, y ahora está causando estragos por toda la ciudad.
    "Yo solo quería un vodka con limón", repetía entre lágrimas, mientras las alarmas y los gritos resonaban al otro lado de la ciudad.

jueves, 31 de octubre de 2024

El final de la cuenta atrás

     Levantó la vista del papel y le echó un furtivo vistazo al cronómetro que coronaba la sala, el que indicaba la cuenta atrás, el final del tiempo. Cuando vio que quedaban tres minutos y doce segundos, y como una reacción natural de su cuerpo ante la información, un leve temblor le sacudió la espalda y perlas de sudor comenzaron a brotarle en las sienes, la espalda y el pecho.

    Quedaban solo tres minutos, maldita sea. No iba a tener tiempo para nada.

    Recordó aquellos momentos, ya lejanos, en los que se había dado el escopetazo de salida. La cuenta atrás estaba situada en noventa minutos, lo que parecía un mundo inabarcable. Eran buenos tiempos aquellos.

    Ahora, cuando ya no quedaban más que dos minutos y treinta y cinco segundos, todo aquel tiempo parecía desperdiciado. Se mordió los nudillos, se comió las uñas, se arrancó pelos de las cejas y se mesó con fuerza los cabellos. Pero el tiempo seguía reduciéndose, imparable.

    El último minuto le cayó encima como una losa. Lo contempló abatido, con ganas de llorar. Más le valía aprovechar los segundos que le quedaban no en intentar arreglar una situación que se antojaba irremediable, sino en asumir dignamente el fracaso.

    Los últimos veinte segundos lo contemplaron sonriendo, en un gesto detenido en una mueca grotesca. El pitido final, en lugar de sonar como una liberación, sonó como una condena. Era, en efecto, el fin. Su fin.