lunes, 30 de junio de 2025

Tremendo

      - Esto es tremendo -dijo al entrar.

     El panorama, desde luego, era desalentador. Sangre en las paredes, sangre en la cama, sangre en el suelo formando charcos en los que chapoteaban las suelas de los zapatos.

     Miraron con más atención.

     - ¿Y el cadáver?

    Se agacharon para mirar bajo la cama, abrieron el armario, hasta los cajones del tocador.

     - Aquí no hay cadáver.
     - Y, si no hay cadáver, no hay crimen.
     - ¿Entonces esto qué es, la matanza del cerdo en un dormitorio?
     - Sí, pero sin cerdo.
     - Pues yo me comería ahora un bocadillo de panceta...
     - ¡Qué bruto eres, joder!

     Cuando salieron, tenían claro que había que buscar el cadáver. Pero antes sería mejor acercarse a una hamburguesería, hay que llenar el buche para investigar en condiciones...

jueves, 26 de junio de 2025

Corre

     En cuanto sonó el teléfono, ya intuyó lo que iba a pasar. Aquel trasto llevaba años sin recibir una sola llamada y, sin embargo, él lo había mantenido, como un adorno extemporáneo en su sala de estar, esperando este momento.

     Se lo habían advertido, hacía ya tanto tiempo que casi ni recordaba cuándo, a su llegada a aquel puesto.

     - Dígame -se oyó pronunciar al descolgar el auricular del teléfono.
     - Corre -oyó que decía una voz que no supo reconocer, aunque poco importaba. - Van a por ti, ahora. Corre, tan rápido y tan lejos como puedas.

     Cuando la llamada se cortó, y cuando colgó el auricular, se dio cuenta de que había pasado tanto tiempo esperando esas palabras que ahora, cuando habían llegado, no recordaba cuál era el plan de huida. Ni siquiera sabía si había tenido alguno en el pasado.

     Así que cogió cuatro cosas, montó un equipaje ligero y apresurado, y salió por patas de aquel lugar.

     No se molestó ni en cerrar la puerta con llave. Para qué, si ya no iba a volver jamás.

lunes, 23 de junio de 2025

El mosquito

     El gran Virgilio escribió un poema épico dedicado a un mosquito. Culex es su título en latín. Al menos la tradición, aunque siempre con alguna que otra duda, le ha atribuido su autoría.
     El poema, escrito en hexámetros dactílicos, cuenta cómo un pastor, tras aplastar a un mosquito que le había picado, se da cuenta de que el insecto le había alertado de la presencia de una peligrosa serpiente. El insecto, en forma de espectro, regresa de entre los muertos, le reprocha al pastor el olvido de su noble y heroica acción, y le proporciona una descripción del Hades, poblado de figuras célebres y ya fallecidas.
     ¡Caray con el mosquito!, que diría aquel.
     La verdad es que hace tiempo que no me cruzo con una serpiente, pero estos días he matado tantos mosquitos, insistentes y voraces, que me pregunto si no se tratará de una conjuración para salvar mi vida, a base de picotazos, de algún peligro desconocido por mí, al menos hasta el momento.
     Por si eso fuera así, y como últimamente no quiero que se me aparezcan espectros en el transcurso de las cálidas noches, ni preciso descripciones poéticas de los infiernos, lanzo desde aquí, desde ahora, un canto de respeto y admiración a esa muchedumbre de bichos que tanto se han preocupado por mí.
     Sean las ronchas en mi piel pequeños altares votivos; sean sus cadáveres, pegados a la pared, convenientemente extraídos e incinerados.
     Descansen en paz sus almas.

viernes, 20 de junio de 2025

Ex morte

    Estaba muerto. Llevaba días muerto. Certificado y comprobado. El cadáver debía de haber sido ya enterrado. Ahora comenzaba a oler mal. A podrido.

    Había decidido que aquella era la noche. No podía esperar más. Si quería revivirlo, tenía que ser cuanto antes.

    Ya tenía los ingredientes, y las palabras para el conjuro. Encendió las velas, hizo los movimientos rituales y esparció sobre el cadáver la poción que acababa de preparar. Mientras lo hacía, recitaba aquellas palabras, una y otra vez.

    De repente, el cadáver abrió los ojos. Pudo notar que su pecho se inflaba al inspirar la primera bocanada de aire de una nueva vida. Se incorporó. Levantó un brazo y se tocó la cara. Parecía sorprendido, extraño al verse con vida.

    Aún estaba terminando el conjuro, iba a decirlo por última vez, cuando el cadáver que ya no era cadáver alargó el brazo y le agarró el cuello. Apretaba con tal fuerza que estaba consiguiendo ahogarlo. Apenas pudo, sin apenas aire, concluir aquellas palabras.

    El cadáver entonces se puso en pie, lo levantó en vilo y, sin soltarle el cuello, lo lanzó contra la pared. Lo primero que le vino a la mente, mientras se reponía del golpe y de un horrible dolor en el costado, era que tal vez se había precipitado al traerlo de nuevo a la vida.