jueves, 20 de noviembre de 2025

Contacto visual

     Sorprendió a aquel hombre mirándolo. Tampoco era nada inhabitual. Se trataba de una sala de buen tamaño, poblada pero no repleta. Una treintena de personas, probablemente, sentadas y en silencio. Cada una dedicada a sus asuntos, sus estudios y meditaciones. En esas circunstancias, no era extraño que algunos levantaran la cabeza y, tal vez para descansar la vista, o para repasar mentalmente los pensamientos más recientes, observara, de forma distraída, los rostros de los demás.

     Él bajó el rostro, algo azorado, culpable, en cierto modo, de haber sorprendido al otro observándolo, en una especie de extraño juego intrascendente de contactos visuales, culpas y responsabilidades. Pensó que el otro había hecho lo mismo, en cualquier caso.

     Unos segundos después fue él quien levantó la vista. Allí seguía el otro. Mirándole.

     Se encontraban relativamente distanciados, pero no había ninguna duda de que lo miraba a él.

     Comenzó a intranquilizarse. ¿Querría algo? ¿Lo conocería de algún sitio? ¿Tendría alguna intención? ¿Avisar, intimidar?

     Trató de quitarle hierro al asunto. Ya se cansaría.

     Dos horas después, el tipo seguía mirándolo. Fijamente. Apenas parpadeaba. Y él, completamente desquiciado, sin poder enlazar dos pensamientos que no hicieran referencia a los ojos que tenía sobre sí, solo deseaba, como si fuera objeto de una tortura, que aquello acabara, aunque fuera pagando el precio de su propia vida.


domingo, 16 de noviembre de 2025

El testigo

    - Lo he visto todo, agente.
    - ¿Todo? ¿A qué se refiere?
    - Todo. De verdad. La discusión, el primer golpe, la pelea. He visto el arma, y he sido testigo del asesinato. Luego he visto huir al asesino.

    El agente de policía tomaba nota en su libreta. El testigo, por su parte, crecido por la atención del policía, aumentaba la seguridad en sí mismo.

    - He intentado seguirlo, de verdad. Pero iba muy rápido. Caminé unos pasos, pero lo perdí al doblar aquella esquina.
    - Bien. ¿Algo más?
    - ¿Aún quiere más? ¡Vayan a por él, deténganlo!
    - Verá... tenemos un pequeño problema... -cortó el policía...

    El testigo enmudeció.

    - Hay otro testigo... otro testigo que dice que lo vio a usted, precisamente a usted, cometer el delito que nos está contando.
    - ¿Yo?
    - Usted.
    - Pero si yo... ¡ese supuesto testigo debe ser el asesino! ¡Habrá regresado para crear confusión, para acusarme! ¡Deténganlo!

    El policía se pasó la mano por el rostro. Resopló. La noche en la comisaría iba a ser muy larga...

jueves, 13 de noviembre de 2025

El duro mundo del espionaje

      - ¿Me estás diciendo, maldito cabrón, que me has hecho recorrer medio mundo, que me he enfrentado a gente que quería matarme y que me he jugado el tipo en busca de un supuesto artefacto que podía destruir el mundo para nada? ¡Joder, se suponía que éramos amigos! ¿De qué coño vas?

     Cuando te apuntan a la sien con un revólver suele pasar una de dos cosas: o se nubla la mente, y no das una a derechas; o, de repente, te sientes tan lúcido como nunca antes en la vida. Por eso aquella conversación, aquella respuesta, era más importante de lo que parecía.

     - Verás, las cosas son así... teníamos una misión...

     - ¡Y una mierda! ¡Me has engañado! ¡Me he jugado la vida para nada!

     - Necesitábamos engañarlos... una cortina de humo...

     - ¿Y me cogiste a mí como marioneta a la que manipular? ¿En serio no se te ocurrió otra cosa?

     - Las cosas son así...

     - Eso ya lo has dicho antes. Ya no puedo confiar en ti.

     Respuesta equivocada, definitivamente. El problema es que, cuando te apuntan a la sien con un revólver, no tienes segundas oportunidades.

     La detonación resonó en toda la sala, y sobre el suelo quedó el cadáver. Abandonado. Incapaz.


domingo, 9 de noviembre de 2025

Ese no soy yo

     Me dijeron que había salido muy bien en la foto del periódico. Y no una, ni dos personas. Prácticamente todos los conocidos con quienes me iba cruzando aquel día me felicitaban por mi elegancia y mi apostura, cualidades a las que, por otro lado, jamás he prestado demasiada atención.

     Yo no lo veía nada claro, especialmente porque no recordaba haber posado para foto alguna, ni de un periódico ni de nada parecido.

     Así que, en cuanto pude, salí corriendo a comprar ese periódico y comprobar dónde estaba el error.

     Cuando me hice con él, y mientras lo abría, apenas podía contener mi excitación y, pese a que sabía que quien aparecía allí no era yo, mis manos temblaban al intentar abrir las hojas.

     Finalmente, di con la foto. Era yo, realmente, no había duda; pero un yo diferente, en un lugar donde no había estado, con una ropa que no me había puesto, y en una pose que justificaba esas alabanzas regaladas a mi elegancia.

     Me llevé las manos a la cabeza. Ese de la foto era yo, pero no podía ser yo.

     No dije nada, de todos modos. Me gustaba el tipo de la foto. Al siguiente que me felicitó por lo bien que había salido, le sonreí y le expliqué que la fotogenia me venía de serie.