viernes, 26 de diciembre de 2025

De vez en cuando, solo de vez en cuando

    En la cripta, la mayor parte del tiempo, hace frío. A veces, es soportable; otras veces, sin embargo, se congelan los sentidos. Deduzco, entonces, que ha llegado el invierno.

    Es difícil ser consciente, aquí dentro, del paso del tiempo, y medirlo convenientemente. Por eso detalles de ese tipo, reveladores del paso de las estaciones, son importantes. También las idas y venidas, el ciclo de la vida y la renovación, del musgo que se adhiere a las paredes de piedra, preñadas de humedad.

     A veces me cuesta respirar. Ya sé que no lo necesito, estoy hablando metafóricamente. Quiero decir que siento una ligera opresión en el pecho, como si quisiera gritar, salir afuera, correr por los espacios abiertos del exterior.

    Y de vez en cuando, solo de vez en cuando, querría estar muerto, muerto de verdad, sin consciencia de la putrefacción, del deterioro, de los siglos que llevo aquí encerrado. Aunque también es verdad que de vez en cuando, solo de vez en cuando, me planteo todo lo contrario, excavar, escapar y mostrarme a los de afuera, solo para poder ser testigo de sus reacciones.


martes, 16 de diciembre de 2025

La anécdota

      - Recuerdo una anécdota muy graciosa que me sucedió en mi viaje a Oslo. Sucede que conocí a un tipo, un lugareño muy simpático llamado Sven, con quien pasé una tarde divertidísima...

     Su amigo, entonces, alzó levemente la mano, como para solicitar una pausa.

     - Esa anécdota no es tuya. Es mía.
     - ¿Cómo? -preguntó el otro, aterrado.
     - Eso me pasó a mí.
     - ¿Cómo te atreves? -inquirió, con ligera irritación.
     - Tú, de hecho, nunca has estado en Oslo.

     El otro se preguntó si su amigo le estaba gastando una broma o sí, por el contrario, tenía que empezar a dejar de llamarlo amigo. Le peor es que continuaba.

     -... de hecho, Sven es mi amigo, tú no lo conoces.

     Y le mostró una foto en la que aparecía con Sven. Un Sven que parecía real, el mismo que él había conocido en Oslo. Pero, en esa foto, estaba con su amigo.

     - ¿Pero cómo es posible?
     - Tienes un problema eso es evidente.
     - ¿Qué problema? Si ayer mismo llegué de Roma...
     - Quien llegó de Roma fui yo, no tú.
     - Y estuve de cena con la familia.
     - Otra vez, ese fui yo.
     - ¡Para ya!

     El amigo se le acercó con gesto de preocupación.

     - Deja ya de apropiarte de mi vida -le susurró al oído.

     En ese momento, un sudor frío, el propio de la gran duda existencial, le recorrió la sien.

jueves, 11 de diciembre de 2025

Decidí invertir

     - A ver... -decía el tipo, como si impartiera lecciones. - El dinero me salía por las orejas. Estaba, literalmente, "montado en el dólar", como dicen. Pero tenía la sensación de que había caído del cielo, de que, realmente, no lo había ganado.
    - ¿Entonces?
    - Entonces fue cuando decidí invertir. Pensé que el rendimiento de aquel capital me lo habría trabajado yo, yo solito, con mis estrategias, y no por mera suerte, sino por algo que podría sentirse parecido a la audacia.
    - A la audacia, ya...

    El tipo se incorporaba ligeramente cuando recordaba aquellas decisiones, como si no se arrepintiera de nada, con un brillo en los ojos que dejaba entrever que, en efecto, lo volvería a hacer.

    - ¿Y qué tal fueron las inversiones?
    - Desastrosas. Lo perdí todo en un santiamén. Ni yo me lo creía. Mi capital iba bajando hora a hora, los réditos eran insuficientes y no compensaban lo invertido.
    - ¿Eran operaciones de alto riesgo?
    - ¡Qué sé yo! -decía, y levantaba la mano como si apartara una mosca cojonera.

    Lo miré. Me miró.

    - ¿Y luego? -pregunté.
    - ¿Luego? Luego inicié mi particular Gran Depresión. Cuando quise darme cuenta, vivía debajo de un puente. Y eso, amigo mío, eso es duro. Sobre todo cuando te lo has buscado tú solito.

    Le pregunté si se arrepentía de algo, y me dijo que no. Me dijo que estaba esperando una segunda oportunidad, de esas que siempre llegan. Y, si volviera a salirle el dinero por las orejas, volvería a tratarlo de la misma manera.

    Lo dejé bajo el puente, y crucé el río.

jueves, 4 de diciembre de 2025

No sabes lo que dices

     Cuando apareció en la puerta, con total naturalidad, como si nada hubiera pasado, todos se quedaron mudos de espanto. Después de tanto tiempo, ya lo habían dado por muerto. Pero allí estaba, en pie, grave y sereno, con una ligera sonrisa de satisfacción ante las reacciones que provocaba su regreso.

     - ¿Dónde has estado? -le preguntaron.

    Llevaba en la mano una bandeja. Una bandeja vacía. La levantó y la mostró como si fuera una prueba de la veracidad de su declaración.

     - He estado en un frigorífico -dijo finalmente.
     - ¿Durante cuatro meses?

     Él asintió.

     - ¿Y eso por qué? -continuaron.

     Él se mantuvo unos segundos en silencio.

     - Porque hacía calor -concluyó.

     Todos asintieron.