domingo, 8 de diciembre de 2024

La sentencia de muerte

     Nunca se había sentido tan poderoso. Nunca lo había sido, de hecho. En aquellos momentos, sin embargo, una serie de acontecimientos azarosos, una increíble sucesión de circunstancias anormales y tremendamente favorables, lo habían colocado en la cima más alta, donde solo habitan los dioses, aquellos que pueden elegir si otorgan la vida o la muerte.

    Ante sí tenía las tres solicitudes. Él era encargado de firmarlas como absolución, como cadena perpetua o como pena de muerte. La vida de tres personas dependía de cómo su hubiera levantado aquella mañana. Y no se había levantado muy bien. Había dormido poco, a ratos y de forma ligera, había cogido algo de frío y todavía tenía un ligero dolor en la garganta que, con todo, esperaba que no se le agravara.

    Miró los nombres. Tres desconocidos. Intentó pensar qué harían ellos en su lugar. Imposible discernirlo. Probablemente lo condenarían al cadalso, como iba a hacer él con ellos.

    Imaginó que, más pronto o más tarde, los actos que estaba llevando a cabo tendrían su castigo. Probablemente acabaría ejecutado de la misma manera que él estaba ejecutando. Otro, en el lugar en el que él se encontraba entonces, firmaría su sentencia de muerte.

    Sintió sobre sí el peso de la historia. Quien a hierro mata, a hierro muere.

    Mientras firmaba las solicitudes, un escalofrío le recorría la espina dorsal...


lunes, 25 de noviembre de 2024

Mirar atrás, mirar arriba

     Se encontró a sí mismo recordándose de joven. Cuarenta años atrás estaba en aquel mismo sitio, oyendo el sordo retumbar de las olas del mar. Con ella. ¿Dónde estaría ella, tanto tiempo después? Desde que no tenía con quién hablar le daba por idealizar figuras de su pasado... Supuso que serían cosas de la edad.

    Miró al cielo. Brillaban las estrellas. Allí arriba no pasaba el tiempo. O sí pasaba, pero no se notaba. Su mirada pasó de Polaris a Antares. Cuarenta años después seguían en el mismo sitio, sin cambios perceptible.

    Por un instante, sintió envidia de las estrellas. Pero fue solo un instante. Luego pensó que debía de ser una vida muy aburrida esa en la que permaneces inalterable por un tiempo tan largo que podría equipararse a una eternidad.

    Las olas eran diferentes. Las olas iban y venían, siempre activas, siempre en movimiento. Por un instante, también tuvo envidia de ellas. Pero fue solo un instante, el tiempo que tardó en ver cómo una de ellas, que había nacido con pose elegante y actitud soberbia, era arrastrada por la gran masa de agua, otra vez, a su seno.


jueves, 21 de noviembre de 2024

El abismo

    Nunca había matado a nadie. Ni se le había pasado por la cabeza. Por eso se había sorprendido a sí mismo. En realidad, se diría que se había visto desde fuera y se había sorprendido de la escena que estaba contemplando, como si no formara parte de ella.
    Había sido fácil, extremadamente fácil, empujar a aquel tipo barranco abajo. Ahora yacía allí, tan cerca, pero tan lejos, con el cuerpo destrozado por los golpes y rasguños y la cabeza reventada por una roca. La persona a la que había empujado había dejado de existir.
    Se acercó tímidamente al borde. Con extremo cuidado se asomó y permaneció un rato contemplando su obra, bien agarrado y seguro, para no perder pie y caer él también. Pensó que el cadáver se integraba muy bien en aquel paisaje montañoso, entre pinos y arbustos.
    Había sido fácil, extremadamente fácil... y divertido, tremendamente divertido.
    Sobre su cabeza giraban ya los buitres, que se habían topado con un inesperado festín. Los observó, complacido.
    Pensó que, quizá, le iba a apetecer repetirlo otra vez.

domingo, 10 de noviembre de 2024

El suceso

    Cuando la gallina se despertó una mañana, después de un sueño intranquilo, se encontró convertida en un monstruoso ser humano.
    Miró, entonces, a un lado y a otro. Estaba tumbada, una posición extraña para dormir, con los ojos, ambos, mirando al techo. Trató de extender un ala, y comprobó con horror que no tenía, que las dos habían desaparecido, y que en su lugar se abrían dos extremidades alargadas que acababan en una forma curiosa, parecida a una palma con cinco protuberancias.
    Quiso cacarear aterrorizada, pero de su boca, carente ahora de pico, salieron sonidos extraños que, tal vez, fueran reconocibles por otros humanos, pero no, desde luego, por una gallina.
    A duras penas consiguió ponerse en pie y mirarse al espejo. Lo que vio no le gustó en absoluto.
    Quería volver a ser una gallina.
    Al mismo tiempo, sentía unas ganas terribles de asesinar a cualquier otro humano que se cruzara en su camino. Lo reventaría a picotazos, si tuviera pico. Tendría que encontrar algo puntiagudo, agarrarlo con esas protuberancias que tenía por alas y salir a la calle en busca de una presa.
    No sabía si era producto de su enfado por haberse convertido en humano, o si ese era un sentimiento común en todos los humanos cuando despertaban por la mañana. Pero entendió que era una sensación angustiosa que solo se saciaría acabando con un puñado de vidas...