jueves, 11 de septiembre de 2025

Tener amigos para esto

     - Ven -me dijo en cuanto atravesé el umbral de su puerta-. - Te voy a enseñar algo que te va a dejar flipado.

     Pensé que me iba a llevar a llevar a su habitación, a esa en la que tantas horas habíamos pasado de adolescentes, jugando, conversando, arreglando el mundo. Por un momento imaginé que, como tantas otras veces, me iba a enseñar sus nuevas zapatillas, o su nuevo registro en el juego de moda.

     Curiosamente, comenzó a descender escaleras, no a subirlas, en dirección al sótano.

     - ¿A dónde me llevas?

     Por toda respuesta se llevó el índice a los labios. Yo callé, obediente.

     Allí olía raro. Como a abandono, o a basura sin recoger. Tuve que pellizcarme la nariz para sofocar la primera hedionda bocanada, y necesité unos segundos para que mis ojos se acostumbraran a la penumbra.

     Cuando vi lo que había allí abajo, me quedé helado.

     Una persona en un estado lamentable, sucia, desnutrida y postrada, yacía tirada en el interior de un objeto de metal difícilmente calificable como algo distinto de una jaula.

     - ¿Y ahora qué hacemos? -me dijo mi amigo.
     - ¿Y ahora qué hacemos? -repetí lleno de furia. - Este es tu problema, gilipollas.

     Pero él negó con la cabeza.

     - Necesito que me ayudes a salir de esta, amigo. Sé que me ayudarás.

     A punto estuve de agarrarlo por el cuello y darle una buena sacudida.