martes, 20 de febrero de 2007

La marca de la guadaña

Ya tenía el vestido, negro y largo, con su capuchón y todo. Necesitaba imperiosamente una guadaña. Caminaría por las calles y los campos y segaría todo lo que sobrepasase el metro de altura.
Necesitaría también un rostro macabro y aterrador, una mueca que simbolizara el dolor de todas la generaciones que han sufrido a lo largo de la historia. Para ello, pensaría en algo negativo, no sería muy difícil, de hecho, negativo era todo lo que se le venía a la mente en los últimos días, semanas, meses, negativo había sido todo desde el comienzo.
Para qué esperar a la muerte cuando puedes convertirte en ella misma. En cuanto se hiciera con la guadaña saldría de caza y volvería con un par de presas. Su hora habrá llegado, ella lo habrá decidido así.
No estaba muy seguro de si la muerte ya estaba muerta o no, de si era un alma en pena o un ser por encima de distinciones tan simples como la que separa a los que están vivos de los que no. Si hacía falta morir para ser la muerte, moriría.
Total, a todo el mundo le toca...