Creo que me paso los días mirando al abismo. Es profundo, lo sé, y la caída sería, probablemente, infinita. Asomo la cabeza con timidez, y observo las profundidades, oscuras como la boca de un lobo.
Siento verdadera curiosidad por saber qué hay allí abajo. Quizá es mejor que lo de aquí arriba. Desde luego, es más oscuro. Me gusta la oscuridad. Tiendo, poco a poco, a arrimarme al borde. Primero hasta el cuello, con timidez. Después, hasta el pecho. Creo que las leyes físicas me harían caer si me asomara hasta la cintura.
Tal vez debería arrojarme, y punto. Ya llegaré al fondo, y si no me gusta lo que encuentro, ya tendré tiempo para subir; la constancia siempre ha sido mi fuerte, el optimismo, no.
¿Ascender desde el abismo? Sí, me gustaría, sería una de las sensaciones, a buen seguro, más placenteras de mi vida...