miércoles, 13 de junio de 2007

Rayos y centellas

¿Pero cuándo uno de los dioses, el que esté de peor humor, va definitivamente a enfadarse con nosotros, con todos nosotros, por ser como somos, y nos va a lanzar una de esas maldiciones de magnitud bíblica y mitológica como las que lanzaban antes para acabar, de una vez y para siempre, con toda la humanidad?
Más no lo podemos haber merecido.
Quizá es que los dioses han terminado por aburrirse soberanamente con nuestras estupideces, y ahora han dejado ya de observarnos, o quizá aún peor, nos observan con desgana, porque no tienen nada mejor que hacer, y a sabiendas de que están perdiendo su valioso y eterno tiempo, como quien observa con sentimiento de culpa los insulsos programas televisivos del horario de tarde.
Si hace falta recoger firmas, conseguiremos millones; o haremos manifestaciones tan multitudinarias que las colas darán la vuelta al mundo; o ensayaremos gritos de protesta que harán enmudecer los coros celestiales.
Tan sólo pedimos lo que nos merecemos, el tan traído y llevado, el tan anhelado apocalipsis.