Tal vez la influencia de aquel
sueño perturbador le había llevado a aquella situación en la que
apenas se sentía con fuerzas para mover un dedo, agotado y aturdido
como los compañeros de Ulises bajo el influjo de Circe. Luego se
convertiría en cerdo, como ellos y como los padres de Chihiro.
Esa manía suya de comparar todas
las situaciones en analogías sacadas de la ficción... parecía
Sancho Panza con sus refranes. Además, ya le habían dicho en más
de una ocasión que aquella manía le apartaba de la realidad, que le
llevaba a identificarse con los personajes que utilizaba y a vivir en
una fantasía, como Alicia... nunca había hecho demasiado caso.
Quienes le acusaban de semejantes patrañas eran víboras que, como
los habitantes de Vetusta, no le deseaban bien alguno. El mundo real,
al fin y al cabo, tampoco era tan apetecible, que se lo pregunten a
los que habitan Matrix.
Notó olor a humo. Pensó que
debería levantarse, pero la pereza podía con él. No podría
moverse ni aunque le recorrieran el cuerpo mil insectos como a la
cabeza decapitada de El señor de las moscas. Igual seguía durmiendo,
un sueño dentro de otro sueño como en Origen, o estaba muerto y
seguía hablando con sus vecinos como Pedro Páramo.
El olor a humo se intensificó.
"Todos los fuegos el fuego", pensó inmediatamente. "Hay
un incendio en el edificio". Maldita pereza. Estaba seguro de
que no podría moverse. O entraba ahora mismo un bombero salvador en
plan Terminator o iba a terminar muriendo entre las llamas pero no
como Freddy Kruger, entre alaridos de dolor y deseos de venganza,
sino por vago, como un idiota, y no precisamente el de Dostoyevski...