miércoles, 14 de septiembre de 2011

Estar o no estar

     Nadie sabe muy bien quiénes son, ni por dónde se mueven, ni qué pretenden. A veces se les refiere en tono épico, más próximo a la leyenda que a la realidad. Se cuenta que un día cualquiera decidieron reunirse y hablar sobre cualquier cosa. Y sobre otras cualesquiera. Y otro buen día volvieron a coincidir, y volvieron a hablar, y comenzaron a actuar, porque sí, porque les apetecía.
     Nadie sabe quiénes son porque no son un movimiento, ni un grupo, ni una asociación, ni un partido, ni una panda. No tienen estatutos, no tienen objetivos, ni programa, ni principios. No pretenden ser nada, solo estar. Estar por estar, porque no hay más remedio.
     Dicen que contemplan el mundo y actúan en consecuencia, sin la carga de los actos pasados, sin un edificio ideológico en el que integrar, como en un puzzle mal avenido, las piezas de sus pensamientos. Dicen que no son nadie, que no son nada, que no son un modelo a imitar, pero tampoco dignos de imitar a nadie.
     Hay quien se pone nervioso solo con mencionarlos. Un peligro latente, sin duda. Actuar sin un fin determinado, ¿a quién se le ocurre? ¿Qué supone eso? ¿Vivir al día, al momento, no vivir en absoluto? Les nombran y les temen, a ellos que ni siquiera aparecen, que jamás tratarían de influir en otros. ¿A qué se debe, pues, semejante aprensión?
     Tal vez los objetivos, los programas y las ideas estén hechas para combatir y erguirse frente a sus semejantes. Tal vez el mayor temor de alguien que sostiene una idea contra viento y marea es, precisamente, hallarse en soledad en un mar en calma chicha, del mismo modo que un ejército se encuentra condenado a la extinción si ante él se extiende un campo de batalla desierto, sin enemigo alguno.
     Así que, entre el mito y la leyenda, de tanto en tanto hay quien casualmente se reúne sin objetivo ni fundamento para contemplar el mundo y reírse un buen rato. No pretenden burlarse, desde luego, ni destruirlo, ni nada en absoluto. Si pretendieran algo habrían caído víctimas de su propia contradicción. Solo estar, estar por estar. Porque quien se sabe nadie se condena a sí mismo si pretende ser alguien.