lunes, 15 de enero de 2024

Diario del viajero

     Tras tres días de camino, el sendero se estrecha y la pendiente se acrecienta. El viajero, entonces, ha de lidiar con las rocas de un suelo irregular y con las ramas de los árboles, que juegan a agarrarse a la mochila, impidiendo su marcha.

    Es aconsejable, especialmente en esta parte de la ruta, alcanzar el albergue unas horas antes del anochecer, pues con los primeros frescores nocturnos, y con los primeros rayos que se ocultan tras los picos de las montañas, surgen del bosque bestias y monstruos con los que es mejor no cruzarse. Son muchos, y variados, pero tienen dos cosas en común: la primera, que no dudan en invadir el camino cuando perciben que se acerca la noche; la segunda, que no dudarían en despedazar a cualquier caminante incauto que encontraran en su camino.

    El viajero, si tiene curiosidad por profundizar en el origen y el comportamiento de estos monstruos locales, no tiene más que preguntar a los huéspedes, quienes, a buen seguro, le contarán las más truculentas historias.

    A veces, alguna de las bestias entra sin permiso, tal vez al no encontrar comida en el exterior, y causa daños en el mobiliario y tantas pérdidas humanas como le apetezca. No es algo que suceda a menudo, no obstante. Por ello, el viajero puede estar, durante su estancia en el albergue, relativamente tranquilo.