jueves, 21 de marzo de 2024

Acceso limitado

    Ayer encontré en un cajón un trozo de papel. Estaba plegado varias veces, casi con rabia, como si en su interior contuviera material extremadamente peligroso. Lo miré con curiosidad, pues no me sonaba de nada. Y, sin embargo, el hecho de que estuviera en el cajón era prueba evidente de que lo había tenido en mis manos. Nadie más podía haberlo metido allí.

    Me decidí a desplegarlo. Mi curiosidad, a medida que la hoja de papel se iba abriendo como los pétalos de una flor, iba aumentando hasta convertirse en verdadera necesidad.

    De repente, el contenido se mostró a mis ojos diáfano, como una revelación.

    Era un escrito. Con mi letra. Evidentemente, lo había escrito yo mismo, pero tuvo que ser mucho tiempo atrás. Se trataba, en concreto, de un pequeño cuento, una historia que hablaba de la vida de un personaje creado por mí.

    Lo leí con suma atención. No me reconocía en aquella prosa, nerviosa y falta de ritmo.

    Tampoco me reconocí en el personaje protagonista. Pensé, en un primer momento, que eso sucedía por todo el tiempo que había pasado. Luego recapacité y llegué a la conclusión de que, en realidad, tampoco me reconocía en el personaje que había abierto el cajón y había desplegado el papel, y eso que aquella acción había tenido lugar tan solo unos minutos antes, así que lo dejé estar.