lunes, 3 de junio de 2024

Alégrame el día

    Normalmente la gente, cuando ve que un Smith & Wesson modelo 29 le está apuntando directamente a la frente, se queda muda. Eso, por cierto, provoca un aumento de la tensión y permite que el asesino, antes de disparar, diga unas palabras, lo cual siempre queda bien.

    Pero, maldita sea, el trabajo que me encargaron el miércoles pasará a los anales de mi pequeño historial como un hito ingobernable. "Solo tienes que darle un susto", me habían dicho. Solo tenía que darle un susto.

    Qué poco me gustan esos trabajillos de "dar un susto". A la mínima que te pasas, ya se están quejando todos.

    Pero claro, cómo iba yo a saber que al tío ese le iba a dar por hablar, hablar sin parar, una cotorra verborreica que no paraba de decir sandeces, una tras otra, aunque yo no dejaba de apuntarle y de amenazarle.

    El susto me lo estaba llevando yo, joder. Aquella sarta de gilipolleces era lamentable.

    Al final le disparé. En toda la frente. El tío me lo estaba pidiendo, una y otra vez, con sus tonterías sin fin.

    Ahora no tengo claro si querrán pagarme la parte convenida. A ver, el susto se lo llevó al final, y yo tuve que aguantar lo mío. Yo diría que me merezco un plus de peligrosidad. Escuchar un discurso como ese, incoherente y frenético, sin parar y sin sentido, no puede ser bueno para la salud.