martes, 23 de julio de 2024

Ni de milagro

     Intentó caminar sobre las aguas, pero no hubo manera. Imposible dar un paso sin hundirse en la superficie líquida. No es lo mismo flotar, dejarse llevar por la corriente, que dar un paso tras otro en la dirección elegida.

    Luego intentó resucitar a los muertos, pero tampoco pudo ser. Llegó a la conclusión de que los muertos estaban muertos, y de que quien muere, no regresa. Pensó en morir él. Tal vez desde la muerte pudiera hacer volver a otros, y volver él mismo, de paso. Pero lo consideró un plan excesivamente arriesgado, y con pocas posibilidades de éxito.

    Intentó, por último, calmar la tempestad. Pero esta arreciaba cada vez más, mojando su cuerpo y empujándolo con la fuerza del viento. Volvió a intentarlo, clamó con todas sus fuerzas. Pero nada.

    Diez minutos después de rendirse, la tempestad se había ido, y tímidos rayos de sol se colaban entre las nubes. Se preguntó, entonces, si también los muertos habrían resucitado tras su rendición. Tal vez él no tenía el poder de hacer milagros, sino el poder de evitar que se produjeran. De camino al cementerio para comprobar la resurrección de los muertos, fue pisando charcos, por si se notaba flotar.