domingo, 21 de julio de 2024

Los profetas han muerto

    - Ya no existen los profetas. Son cosas de la Antigüedad, de otras formas de pensar. La modernidad mató a Dios o, al menos, cortó los canales de comunicación con la humanidad.
    - ¿Quieres decir, entonces, que Dios ha dejado de hablar, o que la humanidad ha dejado de escuchar?

    Era una voz grave, que retumbaba como un trueno y que parecía venir de todas partes y de ninguna, de los cielos, en general. Un sonido que se desplazaba como viento de una tormenta y que solo en la mente se transcribía en forma de lenguaje humano.

    - No lo sé.
    - ¿Y qué soy yo, entonces? -dijo de nuevo la voz de trueno. - Me estás oyendo, ¿verdad?
    - Sí.
    - ¿Existo o soy fruto de tu imaginación?
    - No lo sé. Te oigo, pero no te veo.
    - Tampoco ves al viento.
    - Pero siento sus efectos.
    - ¿Y no sientes los míos? Mira a tu alrededor.

    A su alrededor no había nada. Bueno, estaba el paisaje, el horizonte, el cielo, las montañas y los valles. Al fondo, el mar.

    - Soy Dios, y tú tienes el don de la profecía. Te he elegido. ¿Me crees?
    - No lo sé -dijo, aunque la respuesta, en cuanto fue emitida, le pareció absurda. Pensó si era un privilegiado por haber sido elegido, un loco por oír voces sin procedencia determinada, o un desgraciado por las burlas que iba a recibir cuando contara lo que le estaba pasando.

    Se preguntó si los profetas habían muerto, realmente, o si se habían escondido para no pasar vergüenza...