jueves, 19 de septiembre de 2024

La observación y el deseo

     No era su intención. Él solo iba caminando por la calle. Se dirigía a su casa, a descansar tras la jornada de trabajo, siempre larga, siempre dura. Él no buscaba nada, pero vio lo que no tenía que ver.

    Levantó la vista sin motivo aparente, por mera casualidad, aunque con el paso de los días empieza a abrirse en su mente la idea de que, en realidad, una fuerza no reconocida lo llamó, y él respondió a la llamada.

    El caso es que, sin pretenderlo, fue testigo del más horrendo de los crímenes, cometido en el interior de una vivienda, con la ventana abierta, en un tercer piso.

    Desde entonces, la duda: ¿Fueron conscientes los protagonistas, los que no murieron en el acto, claro, de que se les observaba? En caso afirmativo, ¿lo buscarían a él, testigo incómodo, aunque involuntario, para saldar cuentas, para borrar rastros?

    Aunque el miedo le devora por dentro a cada paso, tras cada esquina, en las inquietas noches en vela y en las pesadillas recurrentes cuando el sueño parecer vencer a ratos, una extraña fuerza lo empuja a volver a la misma calle, a la misma ventana. Entonces levanta la vista, esta vez voluntariamente, aunque cargado de culpa, y busca algo. ¿Qué? No sabría decirlo con exactitud. ¿Otro crimen? ¿Una explicación? ¿Exponerse imprudentemente al peligro en el que se encuentra?

    No sabría decirlo, pero no puede evitarlo. Tal vez le fascina la idea de saber algo que los demás no saben. Tal vez necesita que los demás sepan que él lo sabe, que estuvo allí, que posee un secreto, aunque ello le cueste la vida. Va a ser verdad eso que dicen de que "el testigo siempre vuelve al lugar del crimen".