Se encontró consigo mismo después de un largo tiempo de desencuentros, alejamientos y desconfianzas. Las cuentas pendientes eran tantas, y su cuantía tan elevada, que iba a ser imposible saldarlas.
Así que, cuando se encontró instalado delante del espejo, se puso en guardia; la figura que tenía enfrente hizo lo mismo.
- Sé que no te gusto... no te culpo... tú tampoco me gustas a mí, en cualquier caso... pero podríamos intentar vivir en paz...
El otro, que había movido la boca para decir algo, terminó por dar el silencio como respuesta.
- ¿No vas a decir nada?
La tensión entre ambos comenzó a crecer. Alguien terminó por sacar un arma. El otro le contestó. Al final, ahí estaban los dos, apuntándose a sí mismos, amenazándose de muerte.
- Dispara si tienes lo que hay que tener.
El estruendo se oyó desde bien lejos, seguido por un aullido de cristales rotos. El problema era que no se había deshecho de su peor enemigo, que era él mismo. El problema, al parecer, era que para deshacerse de sí mismo tenía, en primer lugar, que deshacerse de sí mismo.