Ahora estaba en su habitación, ante la caja, observándola. Estaba esta envuelta en un fino papel de regalo de color turquesa. Lamentablemente, no había ninguna tarjeta que indicara ni la procedencia, ni el destinatario de la caja y su contenido.
Supuso que tendría que abrirla. No encontró otro paso lógico. Una vez tomada la caja para evitar su deterioro bajo la lluvia, dejarla cerrada, y guardada, sin la posibilidad de desvelar su secreto, le pareció una opción estúpida.
Así que procedió a desenvolverla. Curiosamente, y esto fue algo que lo sorprendió, se encontró a sí mismo en tal estado de excitación, tan emocionado y expectante, que llegó a la conclusión, a priori, de que la caja contenía un regalo y que este regalo era, por supuesto, para él.
domingo, 26 de octubre de 2025