La verdad es que lo primero que me sorprendió fue aquel trato tan cercano como irreal. "Querido amigo", había dicho. Desde luego, no éramos amigos (las circunstancias habían cruzado nuestros caminos por primera vez); tampoco se había creado entre nosotros ningún sentimiento parecido a nada que pudiera justificar el uso del adjetivo "querido".
La segunda cosa que percibí fue el sutil tono de amenaza que surcaba la frase. ¿Por qué era lo mejor que yo podía hacer? ¿Por qué la expresión "mantener el pico cerrado"?
Visto lo visto, decidí no dejarme coaccionar y hacerme respetar. No iba a permitir que nadie me dijera cómo tenía que actuar. Así que abrí la boca y dije, con todas las letras, lo que tenía que decir.
No tardé en darme cuenta de mi error. De que ese "querido amigo" era una forma de mostrar sincera cercanía; de que más que una amenaza era un consejo, honesto y necesario. Pero ya era demasiado tarde.
Ahora me encuentro en una situación límite, tengo el cañón de un revólver apretado contra mi sien y las manos atadas, y no sé muy bien cómo salir de esta. Por abrir mi bocaza. Y es que, a veces, el mejor consejo puede venir de donde menos te lo esperas...
jueves, 16 de octubre de 2025