jueves, 6 de noviembre de 2025

A trocitos

     Le cogió por sorpresa, esa fue la clave. No se lo esperaba. Si no hubiera sido así, otro gallo hubiera cantado, vaya que sí...

     Pero claro, el tipo agarró el hacha que estaba en la estantería con tal discreción, con tal rapidez, de forma tan certera y con intenciones tan ladinas, que apenas le dio tiempo a reaccionar y, cuando quiso darse cuenta, ya tenía al tipo reventándolo a hachazos.

     Tenía un tajo terrible en la sien, por el que sangraba profusamente. Le había dañado un brazo hasta el hueso y en el muslo comenzó a preocuparle la integridad de la arteria femoral.

     No sabía muy bien si iba a salir vivo de aquella, o si lo haría en plenitud de condiciones psíquicas, o si lo haría con todos los miembros sanos. Pero no era aquello lo que más le preocupaba.

     En lo que más pensaba, lo que ocupaba su mente dolorida mientras su agresor decidía si le cortaba un pie o le rebanaba el costado, era en cómo iba a vengarse de ese descerebrado, cómo lo iba a planear y de qué manera podía hacerle un daño mayor, un daño inconmensurable. Solo de pensarlo ya sentía pena del pobre cabrón.