martes, 23 de enero de 2024

Un maletín lleno de pasta

    Lo tenía delante. Ahí estaba. Brillante. Reluciente. Llamándole.

    Nunca había visto tanto dinero junto. Ya suponía que encontrar una moneda era algo que todo el mundo había experimentado. Algunas, incluso, se dejaban estar, pues su valor no merecía el esfuerzo de agacharse a recogerla.

    Otra cosa eran los billetes. Especialmente si eran de gran valor. No conocía a tanta gente que se hubiera visto en caso semejante. Entonces, además, entraba en juego un sentimiento muy parecido a la culpa. Agacharse con discreción, mirar a un lado y a otro antes de hacerlo para comprobar que no hay ningún posible dueño legítimo en los alrededores, metérselo rápido en el bolsillo.

    Actuar, en definitiva, de forma sospechosa, aunque uno no fuera culpable.

    Pero un maletín lleno de dinero... eso eran palabras mayores. Entonces la culpa se incrementaba. Quedárselo, así por la buenas, no podía ser muy legal. Probablemente estuviera perseguido. Por la ley, pero también por sus dueños. Nadie renuncia tan fácilmente a tanta pasta. Sería, pues, algo muy parecido a un robo.

    Así que lo tuvo claro. Miró el maletín y salió corriendo a toda prisa. Corrió como si no hubiera un mañana, como si su vida estuviera en juego. Había dejado el maletín donde estaba, por supuesto, y corría para alejarse de cualquier problema.

    Tenía, no obstante, la pegajosa sensación de que alguien le había estado mirando, de que alguien sabía que él sabía que había un maletín lleno de dinero, y que había decidido dejarlo en el sitio donde lo había encontrado. Y eso no era bueno.