domingo, 25 de febrero de 2024

El juego del espejo

    Cuando me planto delante del espejo y me miró a los ojos, me cuesta reconocerme. ¿Soy yo, realmente, ese que se refleja en la superficie de cristal bruñido? Finalmente decido que sí, que soy yo. Me conviene pensar así, en cualquier caso. Sobre todo si quiero salir de casa seguro de mí mismo.

    A quien me cuesta más reconocer es al tipo que se refleja a mi espalda. Siempre ha sido así, desde que yo era apenas un chaval. Me planto ante el espejo y no veo a nadie. Pero en cuanto desvío la mirada, en cuanto cierro los ojos y los vuelvo a abrir, en cuanto parpadeo, allí aparece.

    Es un tipo muy serio. Me mira y no dice nada. Casi lo prefiero. Tengo la sensación de que, cuando se decida a hablar, mi vida cambiará para siempre, y no precisamente para bien.

    Hace años era un señor mayor tras el reflejo de un niño. Daba miedo. Ahora aparenta mi misma edad. Eso no lo hace menos extraño, pero sí menos terrorífico. Es como de la familia. A veces, incluso, lo saludo, aunque él permanece hierático, inmóvil y en silencio.

    A veces camino hacia atrás, buscando tropezar con él, pero nunca llegó a su posición. Es como si estuviera tan cerca, pero a la vez tan lejos... Lo que no he hecho nunca, ni pienso hacerlo, es volverme de forma improvisada, rápidamente, para cogerlo en un descuido y darle un buen susto. Eso no. Soy un tipo educado, no me gusta eso de ir por ahí asustando a la gente.