jueves, 7 de marzo de 2024

Autodestructivo

    - Joder, me siento como una de esas máquinas trituradoras de basura. O como una destructora de papel. Si me dejaran, acabaría con todo.

    Yo me reía porque, no en vano, quien así hablaba era un amigo. No dejaba de inquietarme, no obstante, ese deseo destructivo que observaba en él. Siempre he pensado que las bromas que uno gasta se adaptan al estado de ánimo que uno tiene en ese momento.

    Empezó por acabar con lo que le rodeaba y, poco a poco, iba avanzando. Sin preguntas. Sin piedad. Lugar por donde pasaba, lugar que quedaba destruido. Como el caballo de Atila.

    Menos mal que, a fuer de desconfiado, me fui alejando de él. Primero, unos pasos; luego, unas decenas de ellos. Procuraba no cruzarme con él, no acercarme demasiado. Mantener las distancias.

    Menos mal.

    Porque me contaron que, cuando ya había destruido media ciudad, la policía y el ejército se dieron cuenta de que la cosa iba en serio, y fueron a por él. Aquello tuvo que ser un enfrentamiento épico, una especie de King Kong rodeado por armamento del más alto nivel.

    "Eso pasa por dejarle", pensé. "Lo mejor hubiera sido quitarle esas extrañas ideas de su cabeza, antes de que decidiera llevarlas a cabo". Y lo decía sin ningún tipo de sentimiento de culpa. No era yo quien tenía que habérselas quitado.

    Al final, según me contaron, mi amigo terminó destruyéndose a sí mismo. Empezó mordiéndose una uña y acabó devorándose a sí mismo, como una trituradora de basura, como una destructora de papel.

    Todos tenemos algún amigo un poco raro.