domingo, 10 de marzo de 2024

No es fácil volver a empezar

     Cuando el poeta concluyó su poema, no sintió alegría, ni alivio, ni paz, ni satisfacción. Después de tantas vueltas y revueltas, de correcciones, arreglos, de buscar la palabra exacta y la cadencia adecuada, el poema había quedado cerrado. Completo. Y era bueno.

    El poeta, sin embargo, se llevó las manos a la cara y comenzó a sentir aquella angustia, aquella desesperación. No era la primera vez que lo sentía. Sucedía siempre, cada vez que firmaba una nueva composición.

    Y no era porque hubiera terminado uno. Era porque iba a tener que comenzar otro. Entonces tendría que enfrentarse al papel en blanco, a la mente en blanco. Tendría que crear nuevos mundos, nuevos universos, nuevas rimas, nuevas cadencias. Y crear era agotador. Si Dios creó el mundo en seis días, ¿cuánto tiempo necesitaría él para crear otro universo?

    Pensó que debería descansar. Pero la responsabilidad del siguiente poema ya lo abrumaba. ¿Cuántos mundos tuvo que crear Dios?