domingo, 19 de mayo de 2024

Muerte de ley

    Los grandes próceres se reunieron a escondidas, entre rostros de preocupación y gestos de rabia contenida. La guerra estaba a las puertas, el enemigo se acercaba y las posibilidades de victoria eran mínimas.

    Hubo quien propuso declarar el estado de excepción, repartir armas entre la población civil e iniciar una guerra de guerrillas con combates en cada esquina. Pero se trataba de una población envejecida, incapaz en gran medida, educada en la paz, que tendría que aprender a marchas forzadas y jugándose la vida. Una apuesta demasiado arriesgada.

    Otro hablaron de huir al extranjero, invitar a la población al traslado, al exilio. Vaciar el país. Pero solo unos pocos podrían hacerlo, y salir corriendo era condenar a quienes debieran, o quisieran, quedarse.

    Finalmente alguien, con la boca pequeña y la mirada baja, mencionó la palabra rendición. Incondicional. Tal vez, sin resistencia, el enemigo sería clemente.

    El silencio que siguió quedó roto, tras unos segundos, por el rugir de los bombardeos. Ya llegaban. Ya estaban aquí. Tal vez era demasiado tarde para la lucha, y para la huida. Tal vez, incluso, era demasiado tarde para una rendición digna.