jueves, 11 de diciembre de 2025

Decidí invertir

     - A ver... -decía el tipo, como si impartiera lecciones. - El dinero me salía por las orejas. Estaba, literalmente, "montado en el dólar", como dicen. Pero tenía la sensación de que había caído del cielo, de que, realmente, no lo había ganado.
    - ¿Entonces?
    - Entonces fue cuando decidí invertir. Pensé que el rendimiento de aquel capital me lo habría trabajado yo, yo solito, con mis estrategias, y no por mera suerte, sino por algo que podría sentirse parecido a la audacia.
    - A la audacia, ya...

    El tipo se incorporaba ligeramente cuando recordaba aquellas decisiones, como si no se arrepintiera de nada, con un brillo en los ojos que dejaba entrever que, en efecto, lo volvería a hacer.

    - ¿Y qué tal fueron las inversiones?
    - Desastrosas. Lo perdí todo en un santiamén. Ni yo me lo creía. Mi capital iba bajando hora a hora, los réditos eran insuficientes y no compensaban lo invertido.
    - ¿Eran operaciones de alto riesgo?
    - ¡Qué sé yo! -decía, y levantaba la mano como si apartara una mosca cojonera.

    Lo miré. Me miró.

    - ¿Y luego? -pregunté.
    - ¿Luego? Luego inicié mi particular Gran Depresión. Cuando quise darme cuenta, vivía debajo de un puente. Y eso, amigo mío, eso es duro. Sobre todo cuando te lo has buscado tú solito.

    Le pregunté si se arrepentía de algo, y me dijo que no. Me dijo que estaba esperando una segunda oportunidad, de esas que siempre llegan. Y, si volviera a salirle el dinero por las orejas, volvería a tratarlo de la misma manera.

    Lo dejé bajo el puente, y crucé el río.