jueves, 2 de octubre de 2025

The Pretender

     Le pidieron que fingiera. Así, con palabras sencillas:

     - Tienes que fingir.

     Sin más explicaciones. Como una orden irrevocable de cuyo acatamiento dependiera su vida.

     Él no sabía fingir. No lo había tenido que hacer nunca. De hecho, las veces que lo había intentado le había salido fatal. Además, no le gustaba hacerlo. Le hacía sentir mal.

     Tampoco quería decepcionar a nadie, no obstante. Y supuso que, si se negaba a acatar la orden, quienes la daban se enfadarían. Normalmente, quienes dan órdenes se enfadan si esas órdenes son ignoradas.

     Así que les dijo que sí, que iba a fingir, pero no lo hizo. No realmente, pues no sabía hacerlo. Es decir, fingió que fingía.

     Y eso sí que, curiosamente, parecía dársele bien.

domingo, 28 de septiembre de 2025

Amores que matan

     Notó que una mano desconocida lo agarraba del cuello. Todo fue tan rápido que ni siquiera tuvo tiempo de plantearse quién podría estar ahogándolo. El aire, de forma casi inmediata, comenzó a faltarle.

     Luego otra mano le tapó la boca y los orificios de la nariz. Boqueó inútilmente. Los ojos se le abrieron tanto que parecían querer salir de sus órbitas.

     Sintió que apenas le quedaban unos segundos.

     Al borde de la muerte, a punto de resignarse a su fin, notó cómo una voz le susurraba al oído:

     - Tranquilo, no digas nada. Estoy aquí para protegerte.

     ¿Para protegerlo? ¡Joder!

     Si hubiera podido, habría gritado con todas sus fuerzas y le habría cantado las cuarenta a aquel cabrón. Ahora solo le quedaba desear que hubiera dicho la verdad y que, en efecto, fuera aflojando la presión de sus manos.

     Porque igual que hay amores que matan, hay protecciones que, más que proteger, amenazan.


domingo, 21 de septiembre de 2025

El final de la historia

     - ¿Sabes ese momento, justo antes del desenlace de la historia, en el se produce una pausa en el devenir de los acontecimientos?

     Me quedé en silencio, pensando, durante unos segundos. Afirmé con la cabeza.

     - Si fuera una película, meterían unos minutos de música mientras los protagonistas deliberan, mirando al cielo y en actitud reflexiva, sobre qué decisión tomar.

     - Exacto. Si lo piensas bien, son los momentos clave. También nosotros, observadores externos de la historia, reflexionamos. En ese momento la balanza está en equilibrio. Puede caer de un lado, puede caer del otro. Creemos saber qué pasará, si el protagonista triunfará, si morirá con honor, si nos hará reír o llorar. Pero en realidad no lo sabemos. Estamos a merced del creador de la historia.

     Sonreí.

     - Pues creo -continuó - que, ahora mismo, estamos, tú y yo, en uno de esos momentos. ¿Crees que sabes lo que pasará a partir de ahora?

     Dije que sí.

     - Pero, si miras en el fondo de tu ser, verás que aún todo puede pasar, que en realidad no sabes nada, que estás en manos del destino. Y eso, querido amigo, nos da un miedo atroz. Por eso lo negamos, por eso preferimos vivir la fantasía de que lo tenemos todo bajo control.

     Me quedé pensando. No demasiado profundo, ni demasiado tiempo, para evitar llegar a conclusiones que pudieran aterrorizarme. 


domingo, 14 de septiembre de 2025

Miradas que matan

     Lo vi con mis propios ojos. Furtivamente, escondido tras las cortinas de la ventana que da a la calle, como un vecino cotilla. Pero fui testigo, y eso me aterra.

     Ya tenía ciertas sospechas. La primera vez fue hace unos días: aquel tipo iba caminando por la calle, se detuvo, miró a una señora que caminaba al otro lado de la calle e, inmediatamente, esta cayó al suelo. Nadie más lo vio. El tipo reinició la marcha, y la señora necesitó unos segundos para incorporarse, sana y salva, afortunadamente.

    Pero ayer lo vi provocar un accidente. Era el mismo tipo. Caminaba por la misma calle. Se detuvo, miró el semáforo, miró a un viandante que pretendía cruzar y, al momento, se produjo un atropello. Juraría que ambos, vehículo y peatón, estaban en verde. ¿Es eso posible? Nuevamente, solo yo fui testigo.

     Lo más preocupante es que el tipo, antes de reemprender la marcha, miró hacia mi ventana. Las cortinas estaban corridas, pero una luz en el interior estaba encendida. ¿Habría detectado mi presencia? ¿Qué será de mí ahora?

     Creo que si el tipo no puede poner sus ojos sobre mí, no me pasará nada. Por ello no pienso salir, ni asomarme a la ventana, durante un buen tiempo. El tiempo que haga falta. Tengo claro que me va la vida en ello.