jueves, 13 de noviembre de 2025

El duro mundo del espionaje

      - ¿Me estás diciendo, maldito cabrón, que me has hecho recorrer medio mundo, que me he enfrentado a gente que quería matarme y que me he jugado el tipo en busca de un supuesto artefacto que podía destruir el mundo para nada? ¡Joder, se suponía que éramos amigos! ¿De qué coño vas?

     Cuando te apuntan a la sien con un revólver suele pasar una de dos cosas: o se nubla la mente, y no das una a derechas; o, de repente, te sientes tan lúcido como nunca antes en la vida. Por eso aquella conversación, aquella respuesta, era más importante de lo que parecía.

     - Verás, las cosas son así... teníamos una misión...

     - ¡Y una mierda! ¡Me has engañado! ¡Me he jugado la vida para nada!

     - Necesitábamos engañarlos... una cortina de humo...

     - ¿Y me cogiste a mí como marioneta a la que manipular? ¿En serio no se te ocurrió otra cosa?

     - Las cosas son así...

     - Eso ya lo has dicho antes. Ya no puedo confiar en ti.

     Respuesta equivocada, definitivamente. El problema es que, cuando te apuntan a la sien con un revólver, no tienes segundas oportunidades.

     La detonación resonó en toda la sala, y sobre el suelo quedó el cadáver. Abandonado. Incapaz.


domingo, 9 de noviembre de 2025

Ese no soy yo

     Me dijeron que había salido muy bien en la foto del periódico. Y no una, ni dos personas. Prácticamente todos los conocidos con quienes me iba cruzando aquel día me felicitaban por mi elegancia y mi apostura, cualidades a las que, por otro lado, jamás he prestado demasiada atención.

     Yo no lo veía nada claro, especialmente porque no recordaba haber posado para foto alguna, ni de un periódico ni de nada parecido.

     Así que, en cuanto pude, salí corriendo a comprar ese periódico y comprobar dónde estaba el error.

     Cuando me hice con él, y mientras lo abría, apenas podía contener mi excitación y, pese a que sabía que quien aparecía allí no era yo, mis manos temblaban al intentar abrir las hojas.

     Finalmente, di con la foto. Era yo, realmente, no había duda; pero un yo diferente, en un lugar donde no había estado, con una ropa que no me había puesto, y en una pose que justificaba esas alabanzas regaladas a mi elegancia.

     Me llevé las manos a la cabeza. Ese de la foto era yo, pero no podía ser yo.

     No dije nada, de todos modos. Me gustaba el tipo de la foto. Al siguiente que me felicitó por lo bien que había salido, le sonreí y le expliqué que la fotogenia me venía de serie.


jueves, 6 de noviembre de 2025

A trocitos

     Le cogió por sorpresa, esa fue la clave. No se lo esperaba. Si no hubiera sido así, otro gallo hubiera cantado, vaya que sí...

     Pero claro, el tipo agarró el hacha que estaba en la estantería con tal discreción, con tal rapidez, de forma tan certera y con intenciones tan ladinas, que apenas le dio tiempo a reaccionar y, cuando quiso darse cuenta, ya tenía al tipo reventándolo a hachazos.

     Tenía un tajo terrible en la sien, por el que sangraba profusamente. Le había dañado un brazo hasta el hueso y en el muslo comenzó a preocuparle la integridad de la arteria femoral.

     No sabía muy bien si iba a salir vivo de aquella, o si lo haría en plenitud de condiciones psíquicas, o si lo haría con todos los miembros sanos. Pero no era aquello lo que más le preocupaba.

     En lo que más pensaba, lo que ocupaba su mente dolorida mientras su agresor decidía si le cortaba un pie o le rebanaba el costado, era en cómo iba a vengarse de ese descerebrado, cómo lo iba a planear y de qué manera podía hacerle un daño mayor, un daño inconmensurable. Solo de pensarlo ya sentía pena del pobre cabrón.


domingo, 2 de noviembre de 2025

Un poco de vino tinto

     - Ponme una copita de vino tinto, por favor... -dijo, alzándole la mano al camarero.

     No había mucha gente, y el camarero volvió, apenas unos segundos después, con una bandeja sobre la que viajaba una copa que, con esmero, recogió con la mano libre y depositó sobre la mesa, ante el cliente, que le miró que ojos extraños, con familiaridad.

     - ¡Coño! Tú eres...

     No pudo decir más. El camarero, con la velocidad de un relámpago, tomó uno de los cuchillos que tenía a mano, sobre la mesa, y se lo clavó al cliente en el costado. Una cuchillada rápida, certera, de esas que atraviesan el hígado y que al salir, retorciendo la hoja del cuchillo, se llevan un trozo del órgano y las esperanzas de vida de la víctima.

     El cliente enmudeció, no dijo nada más, solo algún pensamiento silencioso pasó por su mente, confusión, desesperación, impotencia por no poder lanzar un grito acusador, y el camarero que se fue tan rápido como vino, y el vino que empezó a derramarse sobre la mesa, o era la sangre que brotaba del costado del cliente, sí, eso era, de color tinto igualmente, y comenzaba a tintar el mantel, y gotear al suelo, donde pronto habría una mancha creciente de líquido bermellón.

     El camarero puso su mente a toda máquina, planificando. El cliente ya estaba acabado, por ahí ya no habría problemas. Lo había reconocido, el cabrón. Pese al maquillaje disimulador, y la barba, y las gafas. Pero ya estaba acabado. Ahora había que explicarle al encargado qué había pasado, una buena historia, porque alguien había apuñalado a un cliente en el interior del restaurante, la historia iba a requerir una buena dosis de mentiras y de imaginación, pero es que, joder, es que no podía ser descubierto ahora, bastante le había costado encontrar aquel escondrijo, aquel disfraz para pasar desapercibido.

     De todos modos, este estaba muerto, y había muerto allí. Como sus socios vinieran a preguntar, y lo harían, qué había pasado, él se iba a ver envuelto en problemas, y de los gordos.