Hay un lugar donde se acumulan las horas de sueño atrasado. Todo se encuentra allí, los minutos de insomnio generados por las preocupaciones, las horas extras ocupadas en trabajos inmundos y estudios insustanciales, los timbres impenitentes de los despertadores.
Se trata de un lugar recóndito, al que sólo los elegidos tienen accesos. Algunos lo buscaron durante toda una vida, sin éxito en la mayoría de los casos. Hay que ascender pendientes, descender barrancos, superar todos los obstáculos necesarios hasta encontrarse a uno mismo, y entonces, sólo entonces, rodeado de calma absoluta y provistos de paz de espíritu, estaremos preparados para buscar entre los inmensos anaqueles y encontrar nuestro sueño atrasado.
Cuentan que, en esos momentos, el atribulado buscador caerá inmediatamente rendido, como presa de un encantamiento, y que dormirá todo aquello que debió haber dormido en su día, y soñará todo lo que nunca se atrevió a soñar, hasta despertar, llegado su momento, con la convicción de sentirse el hombre más afortunado del mundo.