lunes, 4 de diciembre de 2006

A vueltas con los sueños

He soñado que cometía un acto horrible, atroz, cargado de perversidad, un acto que rebajaría mi condición por debajo de la mínima humana y que cosecharía el desprecio de todos mis semejantes, incluso los más aviesos y depravados.
No existía posibilidad alguna de alegar enajenación o locura. En mi sueño era perfectamente consciente del tipo de acto que estaba cometiendo, es más, me deleitaba en su inmundicia, disfrutaba como un añadido más del hecho de saber que aquella acción sería, a los ojos del mundo, absolutamente reprochable.
Y me he despertado, y lo he hecho con tal tranquilidad de espíritu, con tal paz interior y calma, que cualquiera diría que había soñado con coros celestiales que arrullaban mi sueño. Tal vez se trate de la satisfacción de deseos inconfesables, tal vez de la animalidad reprimida; en cualquier caso, esta noche me entregaré de nuevo a las horas de reposo con la ilusión de volver a convertirme, por unas horas y en secreto, en la bestia que, probablemente, siempre fui.