La verdad no existe. La verdad es un concepto relativo, depende de la visión personal que del mundo tiene cada uno de nosotros. Existe una verdad para mí, otra para ti, otra para aquel tipo al que viste esta tarde a través de tu ventana, ese que cruzaba la calle con aire despistado. Existen, pues, tantas verdades que es imposible hablar de la Verdad, así con mayúsculas.
De modo que podemos reírnos de todos los teólogos, los pensadores, los filósofos, los científicos, de todos aquellos que han dedicado alguna parte de sus vidas a buscar la verdad, pues han perdido el tiempo de una forma estúpida.
A no ser que pensemos, claro, que el hecho de buscar algo que sabes que no vas a encontrar puede resultar útil como herramienta de trabajo, como procedimiento, o simplemente como entretenimiento o diversión. Desde luego, mejor perder el tiempo haciendo investigaciones sobre la naturaleza de la verdad que tirarse en el sofá a no pensar, o pasar las horas dormitando al sol.
La verdad es que buscar la verdad es, después de todo y si se realiza con moderación, un actividad saludable. Y que se rían los demás al vernos, jactándose en su ignorancia, incapaces de comprender que es mejor enredarse en la búsqueda de un fin imposible, siendo conscientes de esa imposibilidad, que consumirse en la desidia de la inactividad mental.