Para que nadie supiera sus secretos los escribió en un papel que dobló varias veces y metió en una cajita que fue introducida en cofre cerrado con siete candados, cada uno con una llave distinta, y envuelto en una gruesa cadena de hierro forjado.
Enterró el cofre en el interior de la tierra, en una zona inhóspita, en un agujero tan, tan profundo que, cuando quiso recuperar esos mismos secretos que había guardado, bien para desvelárselos al mundo, bien para recrearse con su recuerdo, le fue imposible.