viernes, 24 de agosto de 2007

Como un niño pequeño

No supo explicar muy bien por qué aquel día, al salir de su casa, de la casa de la que había salido cada mañana desde hacía más de diez años, la realidad le pareció distinta, las calles eran otras, otra luz, otras distancias, otras perspectivas. Aquella pequeña plaza, por ejemplo, no recordaba haberla visto nunca, y sin embargo no veía por ninguna parte el kiosko donde solía comprar el periódico los fines de semana.
No importaba, en cualquier caso. Se sabía el camino de memoria. Las calles podían haber cambiado, pero él iba a continuar torciendo a la derecha, subiendo hasta girar a la izquierda en la lavandería, continuando recto por la avenida principal hasta la rotonda grande y saliendo de esta a la izquierda, hasta llegar a su oficina.
Cinco minutos más tarde, sin embargo, cuando descubrió que se había perdido, cuando reconoció que no podía llegar al trabajo y que tampoco sabía cómo volver a casa, se arrodilló en un rincón y se puso a llorar como un niño pequeño. Las señoras que pasaban junto a él, con el carrito de la compra cargado hasta casi reventar, le miraban con curiosidad, y él hubiera pedido ayuda, a ellas o al policía que dirigía el tráfico, si no se hubiera apoderado de él aquel sentimiento de vergüenza y ridículo.