martes, 28 de agosto de 2007

El maravilloso reino de la muerte

Doblan las campanas a lo lejos. El sonido procede de la torre de aquella iglesia abandonada. ¿Por quién doblan? El púlpito está vacío, nadie predica las verdades de la fe. La nave central se llena de bancos en los que no se sientan almas que necesiten ser reconfortadas. Sólo en las paredes laterales cuadros oscuros observan con ojos curiosos.
Las campanas emiten un tañir melancólico de ausencia y dolor. Parece como si nadie las tocara, como si por sí mismas hubieran decidido hacer notar su presencia.
Me acerco. Soy el único ser vivo en los alrededores. Las campanas doblan por mí, y yo me preparo a recibirlas...