jueves, 6 de septiembre de 2007

Los fantasmas también susurran

Dicen que crear un personaje es algo casi divino. Surge como una abstracción a la que hay que dar forma, como un vacío que es necesario llenar de características que, en su conjunto, han de conformar un todo coherente. Una creación propia, una obra de Dios, en efecto, una personalidad que, como un mundo, hay que modelar, reprimir, expandir o liberar dependiendo del momento.
El problema de los personajes es que, en el momento en que son creados, cobran vida. Y ya los tienes a tu alrededor, pululando como fantasmas que necesitaran ajustarte las cuentas, y requieren cuidados, y quieren cambiar, y desarrollarse, a veces lo piden a gritos, gritos ensordecedores y, por consiguiente, molestos.
Y te persiguen hasta la muerte, siempre susurrándote al oído.
Como le sucede a Dios con sus criaturas.
En estos momentos están riendo a carcajadas, carcajadas de ultratumba.