martes, 18 de septiembre de 2007

No amenaces con algo que no puedes cumplir

En un momento de obcecación amenazó con levantarse de la mesa, y tardó bien poco en darse cuenta de su error. Los demás le miraron, diríase que movidos por la compasión. Él balbució algunas débiles palabras divagantes, bajó la mirada y no le quedó otro remedio que abandonar la sala o perder completamente la autoridad, la estima y el respeto de los que le rodeaban.
Mientras se alejaba se sentía ligeramente ridículo. Su orgullo, no obstante, permanecía intacto, lo cual le reconfortó. Pensó que la próxima vez que se enfadara amenazaría con destruir a sus interlocutores, su entorno, el mundo entero. Tal vez fuera una amenaza ligeramente exagerada, pero no había nada imposible para alguien que tiene como primer objetivo en su vida cumplir, indefectiblemente, su palabra, para bien o para mal.