martes, 6 de noviembre de 2007

No preguntes a quién maltrata el destino, porque te maltrata a ti

Siempre hay razones para sentirte el ser más desafortunado del mundo.
Puedes obviarlas, volver la cabeza y actuar como si no existieran; o puedes reconocerlas, detectarlas y asumirlas.
En este segundo caso, puedes rebelarte contra esas razones, luchar contra ellas y tratar de vencerlas; o puedes tomarlas como postulados invencibles y entregarte a ellas.
Si has decidido inclinarte por la segunda de estas opciones, puedes clamar al cielo, rasgarte las vestiduras y lamentar haber sido tú precisamente el elegido para sufrir por la fortuna adversa; o puedes consolarte pensando que, en cualquier caso, ser el ser más desafortunado del mundo tampoco es tan malo, que al menos eso supone que alguien, el demiurgo, el creador, el arquitecto de los destinos humanos, quién sea, se ha fijado en ti.
Porque no hay nada peor que pasar desapercibido, o, dicho de otra manera queriendo decir lo mismo, no hay nada peor que ser ignorado. Eso, al menos, dicen algunos, sobre todo los que todavía creen en el destino...