Había perdido tantas cosas en su vida, tantas cosas que había arriesgado, tantas que había puesto en juego; había perdido el contacto con mucha gente, consigo mismo, en ocasiones; había perdido las llaves, no una, ni dos, sino innumerables veces; había perdido un amor; no, varios; no, muchos; no, demasiados; había perdido amigos, y enemigos, había perdido los papeles, y un tornillo que debía encontrarse en su cabeza y que no había podido volver a encontrar.
Había perdido un reino, un mundo, mil vidas; había perdido tanto, tanto tiempo... y tantas, tantas oportunidades que podían haber sido definitivas...; había perdido el norte, el rumbo y la orientación, los había encontrado de casualidad y los había vuelto a perder.
Había perdido mucho. Mucho. Pero todavía le quedaban tantas cosas por perder...