sábado, 29 de diciembre de 2007

Como quien desprecia un tesoro

Cuando le conocí me contó que llevaba buscando el sentido de la vida desde hacía ya años. Desde que era un niño. Bueno, en realidad había buscado el sentido de la vida hasta llegar a cierta edad: "Un día te levantas y ya no tratas de buscarle el sentido a la vida, sino de buscarle sentido a la muerte, ya no se trata de ver qué tienes que hacer con el tiempo que te queda por vivir, sino tratar de comprender por qué te vas a morir".
Decía que hubo una época en la estuvo tratando de conocer su destino, aunque también de eso desistió: "Cuando encontré lo que se suponía que era mi destino lo percibí ajeno, extraño, ese no era mi destino, yo no lo había vivido, parecía el destino de otra persona, y lo desprecié con la soberbia de quien desprecia un tesoro".
También decía que siempre había pensado que moriría joven, a edades tan tempranas que hacía ya una eternidad que las había superado. Afirmaba que ya había dejado de ponerle topes a su vida, que ninguno se cumplía: "Ahora las tornas han cambiado, ¿sabes?, y estoy convencido de que, si sobrevivo a mi siguiente cumpleaños, sobreviviré a todos los demás y viviré para siempre".
Ese cumpleaños ya pasó, desde luego. Hace tiempo, no obstante, que le he perdido la pista. Puede que muriera antes del día señalado, tal vez cuando se disponía a soplar las velitas de su tarta, pero también puede que no, y que ahora sea inmortal...