"Esta chica acaba de llegar de las antípodas y, como todos sabemos y como el propio nombre indica, allí la gente anda del revés, de modo que aquí la tenemos, un tanto incómoda y desorientada. Por eso la hemos metido hasta el cuello en esta caja, para que repose, y por eso vamos a solucionar su problema inmediatamente... ¿Cómo? Pues de la manera más sencilla posible... ¡cortándola por la mitad y colocándole las piernas en la cabeza!".
El mago mostró con mirada sádica un oxidado serrucho, a lo que el público respondió con un frenético estallido de risas. La chica, que obviamente no era de las antípodas, fingió cara de sorpresa sin dejar de sonreír. Siempre la misma historia, los mismos chistes, los mismos trucos. El mago comenzó a serrar la caja mientras cantaba la traviata, el público aguardaba expectante sin perder detalle, la chica gritaba y gritaba entre aullidos de dolor. Él tenía que hacerse el sordo, concentrado en su sierra y su traviata, mientras la primera iba poco a poco penetrando en la madera hasta salir por el lado contrario. La chica había dejado de gritar unos momentos antes, demasiado pronto, tal vez, pero el silencio del público demostraba el impacto que, pese a los años, el truco provocaba todavía.
Entonces el mago levantó la cabeza y, con las últimas notas de su ópera particular, observó a su público. Estaban asombrados. Luegó miró la caja, de la que comenzó a brotar, a través del corte, un líquido rojo y espeso. El mago palideció ligeramente. Luego miró a la chica, muy pálida también, con los ojos cerrados. No debía tener los ojos cerrados. Deseó con todas sus fuerzas que los abriera, que abriera la boca y le susurrara "sorpresa", que todo fuera una broma, el burlador burlado, juegos de magia para magos incrédulos.
La chica seguía inmóvil, el público comenzaba a intranquilizarse, dudando entre llamar a una ambulancia y sorprenderse por el realismo y dramatismo de un truco que incluía, como novedad, chorros de sangre y el cadáver de la víctima asomando la cabeza. El mago, por su parte, intentó solucionar la papeleta con unos juegos de manos, con un "aquí no ha pasado nada, señores, todo es magia, esperen el truco final" y con la ejecución definitiva del anunciado truco, su desaparición del escenario y de los alrededores de la manera más rápida, efectiva y durarera posible.