lunes, 28 de noviembre de 2011

Extramuros

     "Yo no salgo fuera de la ciudad", me decía. "El exterior supone lo desconocido, no sabemos qué hay allí fuera. Dentro de la ciudad estamos seguros. Las murallas nos protegen", y las señalaba, como quien señala a Dios.
     "A saber las criaturas que poblarán el territorio extramuros. Prefiero no saberlo. Ni siquiera me intereso por ello. Que fuera está el mundo, ya, ¿y qué? ¿Debe el mundo interesarme? Dicen que el mundo es redondo, ¡y yo qué sé si es redondo! A mí me importa un comino. Yo no he salido nunca de mis murallas, y jamás saldré...".
     Le pregunté si no sabía de las barbarides que se cometían dentro de la ciudad. "Pero es mi ciudad", me dijo. "Desde las mayores iniquidades a las maldades más crueles, todo lo que sucede intramuros tiene una particularidad: que sucede intramuros. Las murallas están ahí, míralas," y las señalaba de nuevo, "transmitiendo seguridad desde hace siglos".
     Asentí y cambié de tema. No le dije que las murallas podrían servir tanto de protección contra el exterior como de obstáculo para escapar de un peligro interior. Tampoco le dije que el exterior, en ocasiones, no es tan peligroso como el interior. "Es peligroso asomarse al interior", como sugirió Buñuel. Uno pasa siglos erigiendo murallas y termina encerrado dentro de ellas con su peor enemigo...