sábado, 19 de noviembre de 2011

Se me cae el cinturón de Orión

     Uno no lo percibe en primera instancia. Dirige la mirada al cielo nocturno y allí está, Orión, brillante y destacado como siempre.
     Solo después de varias observaciones es posible concluir que el cinturón de Orión se nos viene encima. Cada vez más grandes, cada vez más brillantes, la distancia entre Mintaka, Alnilam y Alnitak aumenta por momentos, lo que solo puede querer decir una cosa: que se nos acercan peligrosamente.
    Tres pedazos de estrellotes, cada una de ellas cientos de veces mayor que el Sol, se nos vienen encima y nadie hace nada.
     ¿Para qué tantos especialistas y tantos observatorios? Seguro que todos lo saben y no dicen nada, como saben que Elvis está vivo o que hay reptilianos entre nosotros, pero no dicen nada. Seguro que han construido ya una nave espacial que salvará a los elegidos y dejará que los demás contemplen en primera fila el sublime espectáculo que se produce cuando tres estrellas caen un planeta.
     Y lo que más me preocupa no es qué sucederá después, ni la aniquilación, ni la destrucción, lo que me tiene sin dormir es qué le sucederá a Orión, al cazador, cuando compruebe que se le ha caído el cinturón...